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Restaurante Monchis, el delicioso tributo a una madre

Cuando os hablamos de The Eight, dejamos claro que lo que había conseguido Julián Mármol con esa cocina americana es crear nuevos referentes en las preferencias gastronómicas de las personas. Dicho de otro modo y en aquel caso, mostrarnos la hamburguesa a partir de la cual emitiríamos juicio sobre las pasadas y las futuras que probásemos, pues fue aquella de Wagyu la mejor de cuantas hemos degustado por muchas razones: intensidad del sabor, presentación, texturas... si es que hasta no se le cae ingrediente alguno al comerla, otro de los aspectos que juzgan los más expertos estadounidenses en esta materia. Claro que uno no puede convertirse siempre en el líder de un apartado culinario determinado... ¿o sí? Siguiendo el rastro del chef, y sin salir de Galería Canalejas, topamos con Monchis, donde por cierto mantienen esa hamburguesa y añaden una fusión mexico-asiática-cocina de toda la vida con huella y legado familiar para obtener una de las más sobresalientes combinaciones de cocinas internacionales que hemos visto. Fusión, no confusión... y sí, ya tenemos nuevo favorito: los tacos de cochinita Pibil. Y hemos probado unos cuantos.



El tataki de ventresca es una opción perfecta para comenzar.


 Repitiendo la fórmula de la hamburguesa de Wagyu de The Eight -insisto, aquí también la tienes-, los tacos ya sorprenden por el tacto de la tortilla de maíz... que te recomendamos que pruebes por sí sola junto al jugo que desprende la carne como adelanto de lo que te aguarda en el bocado completo. Carne desmenuzada con cebolla morada y que logra, incluso para el comensal más voraz y ansioso, invitar al mordisco reposado... a disfrutar cada pedazo de este manjar. Un consejo: nunca probéis lo que os dicen que es exquisito con hambre... porque claro, el refranero español no miente, y si a buen hambre no hay pan duro si un plato es bueno os sabrá superfluo. Nosotros llegamos a los tacos tras deleitarnos con el tataki de ventresca de atún con salsa cabrona y esencia de tuétano. Suave, ligero e intenso. Las gyozas de Txangurro gustaron pero las de cerdo ibérico marinado deberían estar prohibidas por exceso de placer... lo mismo decir de los nigiris en general pero con una particularidad que merece ser destacada: el de vieira es para echar la persiana y no volver a comer nunca más por miedo a que el siguiente plato no esté a la altura.


Con los muertos mexicanos vigilando, nos deleitamos con gyozas y nigiris.


Menos mal que el siguiente fue el buñuelo de gamba roja con su propia salsa, cuya preparación termina en mesa exprimiendo la cabeza de la gamba sobre el buñuelo para rematar un contraste de fríos y calientes y texturas varias. Qué sabor, qué pecado, qué maravilla.

Delicatessen para los sentidos.

En los principales apostamos por los citados platos que se han subido a lo más alto del podio de nuestras preferencias, cada uno en lo suyo: los tacos y la hamburguesa. Aquí la hamburguesa con un valor añadido, podría decirse, porque en la manera de prepararla, por maquinaria de cocina diferente, se la remata con una especie de costra crujiente. Retorciendo el gozo. 

La hamburguesa es la misma que en The Eight salvo por su superficie crujiente.

Y hablando de texturas, y de fusiones sin confusión y con mucho acierto, las mille crepes de chocolate atraen por su aspecto y fidelizan precisamente por la apariencia de milhoja pero las finas capas de crepes que separan los diferentes niveles de chocolate. Un broche extraordinario para nuestra velada en el restaurante que porta con orgullo el apodo de quien, afortunadamente para todos nosotros, inculcó el amor por los fogones a sus hijos. Gracias, Monchis. 



Por esto te decimos que siempre dejes hueco para el postre.





Jesús Clemente Rubio