11 de septiembre de 2011. La amenaza terrorista fructifica en varios ataques en suelo estadounidense que siegan casi 3000 almas. La acción vino por aire, así que acto seguido todo vuelo con destino Estados Unidos es desviado y 38 de ellos aterrizan en Gander, Terranova, suelo canadiense. De la desinformación y la desidia por estar encerrados en el avión al descubrimiento de que cualquier individuo, le vaya peor o mejor la vida, necesita una catarsis para percatarse de que tiene todo cuanto soñó y más, o bien de que quizá su existencia no era tan idílica como creía. Del autoengaño a la aceptación y la liberación, de la queja vacía a lo que verdaderamente esconde una amargura constante... el 11S mató a muchos, pero resucitó en vida a tantos otros. Y esta la historia de cómo lo hizo con algunos de los pasajeros que llegaron a Gander... una historia contada y cantada de manera sublime.
Sublime porque las voces, sean secundarias o protagonistas, encajan y bien merecen todas un primer plano. Lo de Mela Lenoir es escandaloso, casi obsceno resulta encontrar una puesta en escena tan talentosa en lo verbal y no verbal, lo cantado y lo hablado. Su personaje es piloto, uno de los que esquivó la tragedia pero la sufrió de cerca a través de los compañeros. No desvelaremos mucho de otros personajes pero sí cabe mencionar a quienes los encarnan: Gabriela Bevacqua nos deja una actuación igualmente salvaje y que se mete bajo la piel. Y así podríamos repasar todos y cada uno de quienes hacen las tablas del Teatro Marquina suyas en una explosión de humanidad, de bondad, de honestidad, de cómo abrir la mochila y revolver sin tapujos entre las piedras que llevamos para darnos cuenta de que pesan mucho menos que la pérdida de una vida a manos terroristas.
El cómo los anfitriones, cansados y agotados claro, se exprimen un poco más en aras de ayudar al prójimo. El cómo el prójimo responde creciendo en apenas unas horas, unos días, personalmente y aprendiendo más lecciones en Terranova que en años y años de vida acumulados. La lección de que nunca es tarde, de que siempre hay tiempo para cambiar de tercio y lo que en realidad faltan son valentía y bemoles, el autoengaño, la culpa. Sentimientos buenos y malos que nos hacen humanos y que hay que seguir cultivando y reconociendo para seguir creciendo.
Come From Away utiliza el 11S para recordarnos que mientras haya aliento hay vida y mientras haya vida hay esperanza (ese "no sabíamos dónde estábamos, pero sí que no querríamos estar allí" es una joya didáctica) y que lo único irreversible es la muerte. E incluso cuando nos salpica sin tocarnos, hemos de seguir respondiendo con vida y más vida. Amor por uno mismo y también por los demás. La reconciliación con aquello que nos hace humanos se canta en el Teatro Marquina y se llama Come From Away.
Más información en https://comefromawaymusical.es/
Jesús Clemente Rubio