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El Jardín de Arturo Soria, tu terraza madrileña para este verano


Cuatro ambientes diferentes, sendas variaciones de carta, un personal atento, ágil y conocedor del producto y una velada para el recuerdo. Dejando pendientes varias visitas para conocer el resto de sus espacios hoy nos fijamos en la parte posterior de El Jardín de Arturo Soria, una garantía para quedar bien con cualquier compañía por su microclima alejado del asfixiante calor madrileño, su completa y extraordinaria carta y un ambiente que facilita convertir esa noche en una memorable y para el recuerdo. 

No exageramos. Sabemos de lo que hablamos porque acumulamos buenos recuerdos en las noches de verano. Ya sea por la compañía, por algo puntual y original que nos ha ocurrido o por ese sitio que descubrimos y que, al unirse al resto de circunstancias, elevó al máximo la experiencia haciéndolo nuestro nuevo rincón favorito. Así es El Jardín de Alma, un tesoro en la parte trasera del restaurante homónimo en el que bastan un puñado de hileras de bombillas de luz amarilla y de intensidad justa para ver sin esfuerzo ni provocando la vista cansada y el adormilamiento de otros locales, pero tampoco un brillo excesivo que arruine la velada. Espacio entre mesas más que suficiente para garantizar privacidad, amplitud, microclima que suaviza las temperaturas y el calor extremo y, al margen de la compañía, la mía fue sublime, la carta. Que merece idéntico adjetivo.

Ya en la ensaladilla rusa se aprecia un esfuerzo extra por lograr diferenciar un producto de sobra conocido, con las olivas como protagonistas y una emulsión de aceite que dispara su sabor. Si el bocado de atún salvaje sobre limas logra hacer brillar el sabor del pescado pese al fuerte componente cítrico es porque la materia prima goza de tan exquisita calidad como el canelón de cecina de león con queso Idiazabal, donde cierto es que este último ingrediente eclipsaba algo al resto. 

Menudo rape a la brasa. Imperdible.

No obstante, los tres anteriores son recomendaciones a tener en cuenta para compartir y abrir boca antes de aterrizar en los principales, donde nos costó horrores huir de las atractivas opciones carnívoras para apostar por un par de pescados que respondieron en plato a las expectativas levantadas sobre el papel. El rape del cantábrico a la brasa llegó con todo el sabor de aquél material de cocinado en una contundente ración pero el lomo de rodaballo con arroz a banda y alioli de carabinero triplicó la experiencia por un pescado mucho más jugoso de lo esperado y una combinación deliciosa con guarnición y salsa. 

Postres como el brownie o la torrija completan una cena inolvidable.

¿Queréis más? Nosotros también, por eso no dudamos en entregarnos a la recomendación de uno de los camareros y pedir un brownie alejado completamente del circuito estándar y sacrificando el chocolate algo negro en el bizcocho por una masa a base de pistacho y chocolate blanco, coronada por helado de vainilla y todo ello bañado en sirope de chocolate con leche. Extraordinario, magnífico, maravilloso, memorable. Como el resto de la noche. Como la animada charla previa a la cena o la más íntima una vez teníamos el postre delante. Así es el Alma del Jardín de Arturo Soria... deseando descubrir su cuerpo, cabeza, corazón y cuantos ambientes nos proponga. 

Más información en https://eljardindearturosoria.com/

Jesús Clemente Rubio