Medio año le ha bastado a Hueso para posicionarse como una referencia en la escena gastronómica madrileña. Raciones generosas, materia prima de calidad y sabores muy intensos en una carta recogida y a la vez variada, de las que se exhiben convencidas de que todas las referencias que trabajan las hacen con cariño, esmero y buen resultado.
Salón Cristalera, Salón Chimenea y barra -con carta propia- configuran la primera gran virtud de Hueso: las instalaciones. Decoración sencilla, minimalista pero efectiva para abrazar al comensal apenas pone un pie en el local. Completa esta acogedora bienvenida un servicio que, en nuestro caso, estuvo comandado por Carlos y al que no podemos sacar pero alguno. Excelente atención, asesoramiento y conocimiento de carta y producto. Vamos con estos últimos.
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| Abre boca con los niguiris y la reinterpretación de las bravas. |
Abrimos boca con la reinterpretación de las patatas bravas que hace Hueso en forma de milhoja coronada por dos salsas y que pedirá, casi exigirá, que repitas. No lo hagas. Explora mejor el resto de opciones porque, al menos y que sepamos, hay otras dos de obligada degustación; los niguiris de atún con un perfecto equilibro entre pescado, wasabi y demás guarnición -sobre base de arroz frito- y el brioche de cochinita pibil que repite ajustado balance sabiendo ceder el protagonismo a una carne de intenso y delicioso sabor.
Es en los principales donde confirmamos la calidad de Hueso en ingredientes, cocinado y emplatado con un anticucho que se aleja del corazón de vaca utilizado en el clásico peruano para apostar por un adictivo -y algo picante- pulpo. El arroz meloso con carabinero es extraordinario.
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| El arroz meloso con carabinero y el tiramisú son sublimes. |
Puedes rematar con tarta de queso, flan con leche de oveja o un tiramisú que se convirtió en el postre más demandado en todas las mesas el día que lo visitamos. Tanta gente no puede estar equivocada, ni con el postre, ni con Hueso.
Más información en https://huesomadrid.com/
Jesús Clemente Rubio