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Abanderando la fusión de gastronomía y arte flamenco


 El Corral de la Morería renueva año tras año sus galardones gastronómicos al tiempo que registra día tras día lleno absoluto entre los que eligen la opción de cena más espectáculo o los que prefieren ir con el buche lleno a disfrutar, copa en mano, del mejor flamenco. Incluso ya hay opción de dejar de un lado la esencia del tablao, nuestro arte más patrio, para enfocarse sólo en degustar cada plato. Sea como fuere, todos ellos comprueban que, en tiempos de fusiones musicales y gastronómicas, El Corral de la Morería abandera la combinación más difícil todavía, flamenco y alta cocina, justificando cada uno de los premios recibidos. Si la carta es buena, el menú de artistas es sobresaliente.

Benito Bernal deslumbró por su técnica a la guitarra.

En nuestro caso tres cantaoras, dos bailaores y un guitarrista que, con permiso del resto (excelentes y pasionales) dejó boquiabiertos a los que allí nos juntamos. Cada rasgueo, punteo, cada nota, la velocidad con la que aporreaba cuerdas y pisaba trastes, la limpieza de las notas... lo de Benito Bernal, perdonadme aquellos que lo conozcáis desde hace tiempo y yo lo esté descubriendo ahora, es digno de espectáculo solitario. Bastan él, su guitarra y su técnica para brindar un número en solitario que, como la comida, no queríamos que acabase nunca. Huelga decir que el acompañamiento a los taconeos y quejíos fue igualmente sublime. Y con ello comprobamos, nota explicativa en mano de los artistas de esa noche, que El Corral de la Morería elige también los mejores "ingredientes" para sus espectáculos.



Tartar y cocido deconstruido para abrir boca.

Y decimos también porque ya en mesa, amén de un servicio ágil y preciso en nuestro caso comandado por Santi Carrillo, premiado sumiller, disfrutamos de cada pase del menú degustación que elegimos. Antes de entregaros en cuerpo, alma y ahorros a otros menús de alta cocina que presumen de viajes y experiencias inéditas a través de la comida a cambio de 200 euros, invertidlos en cena y espectáculo de El Corral de la Morería. Veréis que su tartar de tomate y vieira, la deconstrucción del cocido o la lubina nada tienen que envidiar a otras rimbonbantes preparaciones. O un cordero de textura y origen diferentes al que conocemos y, sin embargo, tan agradable y delicioso como aquél. Injusto sería no poner sobre la mesa el torrijón -la porción es enorme- caramelizado que cierra la velada gastronómica antes de abrir la artística.

Carne, pescado y dulce. En El Corral tocan todos los palos y lo hacen muy bien.

No importa el sentido que empleéis en la afirmación; el Corral de la Morería siempre deja un extraordinario sabor de boca. La sensación de que aquí se rinde homenaje y tributo toda vez que se saca músculo de algo muy nuestro que, sin embargo, muchos aún no han disfrutado pese a soplar numerosas velas en las tartas. Allí que extranjeros de todas las nacionalidades aplaudían extasiados por lo que veían, pensando seguramente en la fortuna que tenemos los madrileños de vivir pared con pared con tan prestigioso tablao flamenco. Demostremos que no están equivocados. Vivamos lo nuestro. Nos vemos en El Corral de la Morería.

Más información en https://www.corraldelamoreria.com/


Jesús Clemente Rubio