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La sorpresa no estaba en la terraza, sino en el Balcón a Palacio


Años después, retornamos al Hotel Santo Domingo para comprobar si su propuesta de terraceo y gastronomía para los veranos madrileños sigue en forma. Con una terraza acristalada y de 360 grados de panorámica de la capital y acceso exclusivo para residentes, comprobamos que la parte acuática y refrescante continúa impoluta. La gastronomía, renovada, repite variedad y calidad en la carta... pero nos aguardaba una sorpresa más. Que no estaba ni en carta ni en piscina, ni en terraza ni en coctelería... sino unos metros más abajo de la Terraza del Santo Domingo asoma su espacio para eventos -y también para la restauración en el horario de comidas- llamado el Balcón a Palacio, con vistas a la Sierra Oeste de Madrid, Casa de Campo y Palacio Real. El único ingrediente que restaba para elevar al máximo la exclusividad de la experiencia.
Un coqueto y singular espacio con una discreta y segura terraza que permite un vistazo rápido a algunos de los enclaves más importantes de Madrid. Con semejante atmósfera y vistas, uno corre el riesgo de conformarse con ambas para no pedir más a la carta pero descuida; si eres de los comensales exquisitos y exigentes, la restauración de la Terraza del Santo Domingo responderá con creces a tu expectativas con una carta en la que brillan los entrantes y conquistan los principales.

Dos entrantes de altura. Dos aciertos para abrir boca.

En el primer apartado sobresale la focaccia de atún rojo, con el pescado, el wakame y la mayonesa trufada en perfecto equilibrio, pero especialmente el pan bao con costillar a baja temperatura y una de las mejores salsas teriyaki que hemos probado. No preguntamos si se trataba de uno de los entrantes estrella pero, desde luego, debería serlo. Del local y de la capital. 






En los principales habíamos leído un cúmulo de opiniones favorables sobre el trato de las hamburguesas y el punto y sabor de su carne. La hamburguesa de vacuna con yema de huevo campero corroboró las lecturas si bien os recomendamos pedir algo hecho el cocinado porque nosotros optamos por su punto y resultó acercarse más bien al poco hecho. Carnívoros que somos, lejos de rechazarlo, lo aceptamos y disfrutamos con gusto, dado el intenso sabor de la carne. Habríamos preferido el huevo menos pasado y ser nosotros los que reventásemos la yema pero más que aceptable. En la foto mirad a la parte izquierda de la misma para encontrar el ,a nuestro juicio, verdadero protagonista del plato: las patatas fritas. Quizá os resultemos algo básicos, pero son tremendamente adictivas.

Aunque si hablamos de carnes y añadimos presencia y texturas es menester aludir al cochinillo deshuesado y a baja temperatura tan tierno como delicioso, se opte por mojarlo -o bañarlo- con la salsa de chalota caramelizada y el puré de patatas que acompañan. En el capítulo del mar, la suprema de bacalao repite aspecto, consistencia y sabor del citado asado. 






Los principales dan respuesta de calidad a todo perfil gastronómico.

Llegados a los postres, y más que satisfechos por la cantidad de comida ingerida, quisimos llenar el hueco restante con los tres chocolates que parten de la sopa del blanco hasta el brownie pasando por el crujiente y el crumble de Oreo. La torrija, menos refinada que las que son ahora tendencia pero mucho más tradicional y apegada a las de nuestras madres, da una ingeniosa y sublime vuelta de tuerca con la espuma de chocolate negro y el helado de vainilla. 


El chocolate es protagonista en varios de los postres, pero hay opciones para todos los gustos.

Siempre recomendaremos el terraceo madrileño como destino obligatorio para la temporada estival pero, si elegís el Hotel Santo Domingo y su gastronomía, no olvidéis preguntar por cierto Balcón a Palacio que redondea una experiencia gastronómica más que gratificante y recomendable.

Jesús Clemente Rubio