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Real Madrid 0 - Barcelona 1 (semifinales Copa del Rey, ida): El Barça renuncia a su juego para imponerse a un Madrid sin estilo



 “¡¡Corrupción en la Federación, corrupción en la Federación!!”… sería el cántico más repetido por los asistentes al templo blanco durante todo el partido. Quizá el desarrollo del juego y lo mucho que costó amonestar con tarjeta por vez primera al Barcelona ayudaron... pero no hicieron justicia a lo que de verdad ocurrió. Porque esta noche hemos asistido a una mutación de blancos en azulgrana y viceversa, con el cuadro catalán entregando el balón al Real Madrid y sabiendo jugar mucho mejor sin él con una férrea defensa y un gol en propia puerta que deja vivo a los de Ancelotti, pero tremendamente tocados. No es que Xavi y su grupo merecieran llevarse esa ventaja tras renunciar a todo lo que siempre defendieron y en lo que creen, pero lo cierto es que supieron acoplar su once titular a sus posibilidades y sacar oro de la mina a la que acudieron frotándose las manos los locales.


 Los primeros compases del encuentro mostraban a un Real Madrid bien posicionado frente a un Barcelona que esperaba y parecía entregar el balón, con lo que ello conlleva. El cuadro catalán no sabe jugar sin el esférico,  y así parecía… parecía. Porque pasados unos minutos, las imprecisiones se convirtieron en tónica local y el Barcelona aprovechó empleando una asfixiante presión para recuperar el balón, matar el partido y desactivar al Real Madrid. Y por si quedaba algún chispazo en los Modric, Karim, Valverde o Vinicius, Kessie arrojó agua con un tanto fruto de una carambola que tuvo en su último muro y rebote a Rudiger. Un tanto que silenciaba el Bernabéu y llevaba el júbilo al Barcelona, que hacía piña en la celebración. Mientras, Vinicius amonestado con una tarjeta tremendamente protestada por jugadores y seguidores, el Madrid uno abajo, con balón y mareo del balón pero sin crear peligro. Les suena, ¿verdad? 

Tocaba agarrarse al argumento estrella de las grandes noches del Bernabéu: la desventaja es la gasolina de este Real Madrid, y así pudo ser con un buen pase que ganó la espalda de la zaga azulgrana y no supo rematar con el interior Valverde, confiando demasiado en su otrora letal empeine. A las nubes. La peor noticia antes de marchar a la caseta era que el árbitro estaba siendo el protagonista de un partido en el que el cartel, a priori, lo encabezaba un Madrid de gala frente a un Barcelona con un once titular de los que pones en primera ronda de Copa. Tremendo guión le estaba quedando al combinado catalán  para la pluma que gastaba.

 La segunda parte comenzó y discurrió como la primera, para desgracia del Madrid. Ni un solo susto para los visitantes, el Madrid mutando en la peor versión del Barcelona, mucho ruido de las botas impactando con el balón en mil y un pases pero pocas nueces goleadoras y el Barcelona “vestido” de blanco sabiendo jugar sin balón y aprovechando cada robo o imprecisión blanca para, con cuatro centros, plantarse en el  área de Courtois. La quijotización se consumó para desgracia merengue. Se hablará del arbitraje seguro, pero flaco favor hará el hincha vikingo a su equipo si no acude a la difícil pero liberadora autocrítica. Hoy el Madrid no ha jugado bien. Puede que la derrota sea demasiado castigo, pero la victoria habría maquillado y enmascarado una crisis de gol que se ha acentuado en el peor momento posible de la temporada. En el encuentro en el que todo estaba de cara, al Madrid le ha salido cruz. Y si no pone remedio, la distancia liguera seguirá ampliándose de aquí a que Barcelona y Real Madrid se vuelvan a ver en el Camp Nou por partida doble: Liga y vuelta de Copa. 

Jesús Clemente Rubio