Ir al contenido principal

Restaurante Manolo 1934: 89 años alimentando a los madrileños no pueden ser casualidad

 

Ciertamente. Cuando uno posee un local con casi un siglo de solera llenando el buche de madrileños y visitantes, no puede ser casualidad. Quizá se deba al compromiso con la restauración de una familia que suma ya cuatro generaciones sosteniendo un local de referencia en la escena hostelera madrileña. Y que lo hacen sin renunciar a su esencia basada en la cocina clásica patria (madrileña y gallega), pero con la necesaria actualización que demandan las diversas épocas a las que Restaurante Manolo 1934 ha asistido. 

Véanse sus huevos tartufo, los rotos de siempre con la trufa de ahora. Tras adentrarnos en unas paredes llenas de historia y de la que cuelgan vestigios en forma de cuadros y otros enseres, decidimos abrir boca con este plato en el que parecía que se quedaban algo escasos de patatas pero, una vez dimos cuenta de él, quedamos satisfechos. Unas croquetas de cocido nos separaron de nuestro favorito, los torreznos con patatas revolconas de sabor muy intenso en ambas piezas del plato y con el tubérculo creando adicción. 

Los huevos de siempre con la trufa de ahora. Abajo, los deliciosos torreznos de Manolo.

Llegados a este punto, pensamos en optar por un principal de pescado y otro de carne, pero de la huerta nos llamó demasiado la atención el carpaccio de tomate rosa con la ventresca de bonito. Algo salada esta última para nuestro gusto, si bien combinada en cada pinchada con el tomate resultaba en un bocado espectacular. Aunque para espectacular, ya desde la faceta visual, el costillar a baja temperatura. Apenas introduzcas el cuchillo, la carne se desprenderá y ya en boca disfrutarás de su sabor así como de la salsa que lo acompaña. 


Tomate que sabe a tomate. En Restaurante Manolo respetan la materia prima.


En el capítulo de postres, el tatin de manzana es delicioso, pero la filloa rellena de crema pastelera te convertirá en el comensal egoísta, que no quiere ceder ni un solo pedazo, o bien en todo lo contrario... el solidario que roza la pesadez al insistir al resto que prueben semejante manjar. En cualquier caso, engrosa con honores nuestro capítulo de favoritos en los postres madrileños. 

La filloa y el tatin de manzana son dos postres de obligada degustación.

Y así recorrimos 90 años de historia culinaria madrileña... porque explorar la carta de Restaurante Manolo 1934 es asomarse a una página, qué digo, a un tomo entero de la hostelería de nuestro país. 

Más información en https://www.manolorestaurante.com/carta


Jesús Clemente Rubio