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| Foto: Real Madrid |
El último partido de Champions antes del mundial dejó a un Madrid sólido si bien delante no tuvo mucha exigencia. De fútbol rápido y peligroso por todos los flancos. Pero sobre todo la necesaria dosificación para lo que se viene encima: Liga, Mundial, Supercopa de España, Mundial de Clubes… y de nuevo Champions, ya en octavos. Buen resultado y buena noticia para el Madrid y también para el fútbol el arbitraje de Sthephani Frappart, hecho que poco a poco, y afortunadamente, dejará de ser noticia. Gran actuación con tres penaltis pitados incontestables.
Cuando comenzó el partido, el Real Madrid parecía llevar
veinte minutos jugando. Completamente metido en la dinámica organizativa, de
ataque de unos pocos y defensa de todos. Por eso a nadie le extrañó que en el
minuto 23 el conjunto blanco ya ganase por 2 goles a 0 a un Celtic de Glasgow
que dio sin embargo el primer susto por un malentendido entre Alaba y Courtois.
Pero era el Madrid de la extrema colocación, con Valverde circulando, Rodrygo
recortando y mordiendo y Asensio certificando el camino de la recuperación de
su mejor versión. Sólo Vinicius encadenó dos errores en el remate, uno de ellos
a puerta vacía, que alimentó a aquellos críticos con su definición en sus primeros
pasos en la élite futbolística.
La premiada como mejor afición en 2017 demostró que los
disturbios de ayer eran sólo un espejismo y que ellos habían venido aquí a
disfrutar. Y así lo hacían en cada acometida del Glasgow, premiadas con
aplausos tras la intervención del que desbarató las más claras en la primera
mitad: Courtois. Sí, también se sacudió con soltura y reflejos el tercer
penalti que pitaba la colegiada y primero para el Celtic de Glasgow.
De ahí al vestuario, algún destello más de Asensio y ritmo
lento para cocinar el pase como primero de grupo.
Un ritmo y organización de los que adoleció la segunda mitad
en sus primeros compases, rozando el tedio en la grada hasta que Asensio, a
bote pronto y tras un rechace defensivo, cruzaba el balón allí donde nunca
llegaría Hart. Quedaban cuarenta minutos por delante pero el Madrid volvía a
ser campeón de grupo salvo milagro escocés.
Los de Ancelotti recuperaron el pulso del partido con mucha
llegada y poco peligro pero que si sirvió para constatar un par de cosas: que
Vinicius y Asensio constituyen una asociación eléctrica cuando ambos funcionan,
como ha sido el caso; y que Rodrygo, aunque no termine de encajar como 9, sí
cumple con los parámetros para ello en lo que se refiere a rematar todo lo que
le llega cerca del área sabiendo, fuera de ella, echar mano de cualquier
recurso técnico para habilitar a un compañero. Si a ello le unes el
atrevimiento de Carvajal ganando la línea de fondo y poniendo el balón,
acabarás por librar a Vinicius de los dos o tres defensas que suelen acosarle.
Y el brasileño, aún fallón, sabe aprovechar ese tipo de oportunidades y
encontrar el camino del gol, poniendo el 4-0 al llegar y estar donde hay que
estar. Asistente y goleador fueron cambiados acto seguido por Lucas Vázquez y
Benzemá, respectivamente. Otra buena nueva para el Madrid esta noche, el
retorno del astro francés. Seguirían su camino Modric y Alaba con un Bernabéu
coreando, otra noche más en la oficina blanca, el nombre del croata.
Aún quedaba tiempo. Tiempo para ver cómo Lucas Vázquez cabalga medio campo subiendo el balón tras una buena salida del mismo por parte de la defensa blanca y posibilita un pase raso para que Valverde siga acercándose a ganar la apuesta A Ancelotti sobre goles marcados. Cuando el uruguayo arma el cañón, uno sabe que si la bala va a puerta se cantará gol. Otro cañonazo dejó contenta también a la hinchada escocesa, y no es para menos: ejecución perfecta de un lanzamiento de falta con el que Joao Filipe honraba a los suyos.
Una manita para decir hasta luego a la competición más importante de clubes, el único combinado español en hacerlo. Los octavos regresarán tras el mundial con los cruces que saldrán del sorteo del próximo lunes.
Jesús Clemente Rubio