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El Jardín de Diana: El brunch sin peros en plena Gran Vía


Con la diosa de la caza (Diana la romana, Artemisa en la Grecia clásica) apuntando al cielo y la Gran Vía esperando en el suelo, nos dejamos caer por una de las azoteas más recomendables y mejor ubicadas de la capital. De visita obligada sólo por la vista cenital con la que premia al comensal, su otro gran tesoro es gastronómico. Sólo probamos el brunch… y nada más necesitamos degustar para saber que El Jardín de Diana es el brunch sin "peros". Por servicio (fuimos un domingo lleno y no acusamos queja ni espera alguna), por variedad y cantidad, por calidad y sabor, por precio. Perfecto.



Las estaciones salada y dulce iniciales abren boca... y a algunos llenan estómago.


Perfecto por un asesoramiento excelente desde que ocupas tu asiento, ya sea en sofás bajos o en banquetas altas –éstas más pegadas a las vistas de Gran Vía- y que te recuerda que, al margen del brunch, tienes opción de carta. Alternativa que descartamos al comprobar que darnos el festín de la combinación de desayuno y almuerzo nos iba a costar 25 euros por cabeza, uno de los precios más competitivos de cuantos podemos encontrar en entorno y con características similares.

La puesta en escena es una soberbia primera tabla en la que embutidos, quesos, croissant, mininapolitana de chocolate, mantequilla, tomate natural, nueces, miel y panes conviven en exquisita armonía. Y dar cuenta de ellos, para muchos, será ya un premio que, unido al entorno, justifica el precio. Ponte cómodo y haz hueco... esto no ha hecho más que empezar.


Los principales son un festival de sabores y colores. Todos deliciosos.


Con zumos, smoothies, café y leche a disposición en cualquier momento, nos adentramos en los principales. Porque aquí no se elige… "¿por qué elegir cuando se puede tener todo?", habrán pensado los de la azotea del hotel Hyatt. Y el todo comprende langostino tempurizado, tierna minihamburguesa, croquetas de cecina de león, tartaleta de salmón ahumado con guacamole y un adictivo hummus. Insistimos en la sublime proporción de porciones y sabores. Todos suman, ninguno se pasa de frenada ni queda a medio gas. 
El broche perfecto y, de nuevo, ajustado en cantidad y sobrado de calidad. 

Para culminar… porque sí, aún queda el broche, volvemos al dulce. Este brunch es un “bocadillo” donde los panes son dulces y la sustancia salada. Y esa guinda golosa viene en forma de cucuruchos de limón con daditos de brownie y tarta de queso. Si bien el cenit de la experiencia será, como el impactante inicio, echar un ojo al transcurrir de la vida en una de las principales arterias de Madrid.

Más información en la web de Hyatt .

Jesús Clemente Rubio