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Real Madrid 2 - Shakhtar Donetsk 1 (Champions, Fase de Grupos): El tiqui taca vertical y divertido

 Con un ambiente de hermanamiento por la que está cayendo en Ucrania y la flamante adhesión de dicho país a la candidatura ibérica para organizar el Mundial 2030, Real Madrid y Shaktar Donetsk se cruzaban por vez primera esta Champions League con la obligación de ganar para ambos. Los ucranianos para conservar una segunda posición que les daría el pase a octavos: los blancos... porque son el Madrid. Y este escudo siempre exige victoria. 

Fuente: www.realmadrid.com

El dominio blanco era aplastante ya desde los primeros minutos con el Madrid probando por los tres ejes del ataque: con Valverde desde la derecha pero conduciendo hacia el centro, con Rodrygo y Benzemá intentando rematar cuanto les llegaba y con Vinicius desbordando escoltado por Mendy. Llegando tanto como rematando, aunque sin golpeos u ocasiones de las que retratan o ensalzan al jugador. El combinado ucraniano, lejos de amedrentarse, sabía esperar su oportunidad de intentar sorprender con pases a la espalda de la zaga blanca que encontrasen a Mudryk  o Zubkov... pero faltaba desparpajo y timidez. Escondidos quizá por el ambiente y teatro sobre el que jugaban. O por tener enfrente al campeón de Champions, que consolidó su temible aura con un "tiqui taca" divertido, un espectáculo casi al primer toque y con la verticalidad por bandera. Un perfecto representante del fútbol moderno.

Y quedó la pelota suelta en el área. En botas de Rodrygo. Que podrá carecer de muchas cosas, pero no de olfato ni de gol. Golpeo a la media vuelta que se encontró con unas endebles manos de Trubin que sí pudieron pero no supieron detener el disparo del brasileño. Quién dijo que el minuto 13 era el de la mala suerte. 

No había más goles pero sí espectáculo. El Madrid tenía enfrente un equipo que, hasta entonces -luego cambiaría, sólo sabía repeler y en todo muro hay grietas. Y si alguien es capaz de encontrarlas es Vinicius, samba de por medio, que arrancaba aplausos en el templo blanco. Una fiesta a la que se sumaban los retornados al once titular. Valverde omnipresente. Militao rocoso y sofocando las escasas osadías del Shaktar. Pero el fútbol es gol y, con o sin espectáculo, en vista de la tibia resistencia visitante, el gol seguiría llegando.

Los de Ancelotti eligieron espectáculo. Un "tuya mía" por el centro, ahora llamado tiqui taca, al primer toque y con hasta cuatro jugadores como protagonistas que culminaba con el tanto de Vinicius. Gol de los que se ponen en bucle en las escuelas. De ahí al descanso el guion fue el mismo hasta que Zubkov decidió añadir una línea con una soberbia tijera que hundía el balón en la portería de Courtois. Menor distancia en el marcador, mayor incomodidad y sensación de peligro. Tuvo otra el 11 del Shaktar que puso en guardia a los merengues. Porque estamos en el mundo en que no hay jugador ni equipo y pequeño. Territorio Champions.

La segunda mitad, lejos de apagar la llama de esperanza ucraniana, casi hablamos de incendio en el minuto 52. Cuando Mudryk marchaba solo tras otro pase que ganó la espalda a Militao y, afortunadamente, eligió susto pero no muerte. O lo que es lo mismo; intentar adecuarse el disparo claro dentro del área pequeña en lugar de disparar nada más pisarla. El Madrid necesitaba curarse en salud y la cura era el gol. Por mucho que gustasen jugadas como la del gol o la que, en esta ocasión, no terminó con final feliz porque Valverde quiso retorcer otra extraordinaria combinación al primer toque. A partir de ahí la intensidad disminuyó pero se mantuvo la ansiedad de abrochar el partido y la lluvia de disparos sobre la portería del equipo ucraniano. Pero el palo también juega. Y el tiempo. Esta vez privó de más sobresaltos al Madrid. Tres puntos con olor a octavos.

Jesús Clemente Rubio