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Real Madrid 2 - Chelsea 3 (Champions, Cuartos de Final): Dos campeones, sólo un Rey


"No juegues con el Rey" advertía un tifo en la previa del encuentro al que le faltó añadir que con el actual campeón de Europa tampoco ha de relajarse uno. O se le gana o caes estrepitosamente. El Real Madrid hizo ambas cosas pero, afortunadamente, no por ese orden. Los blancos están en semifinales.
Comenzaba el encuentro con un Real Madrid sabedor de su ventaja en la eliminatoria y en la grada, y bien plantado sabía dosificar entre la presión, el asedio y la espera bien organizada. Pero tan pronto el Chelsea lograba sacudirse con clase esa presión, y arrebatar el balón al Madrid, lograba vacíos en las bandas locales que afortunadamente sabían repeler Mendy y Carvajal. Así que el combinado inglés cambió el guion, lo intentó por el centro y en una buena combinación Mount ponía emoción a la eliminatoria.

No se rendía el Madrid que, si bien recortaba unos metros en la presión para fortalecerse en su campo, perdía concentración y colocación en los laterales y sólo Carvajal sabía responder con tesón y contundencia a las acometidas del Chelsea. Mendy ya comenzaba a flaquear y de ahí al 0. La clave era recuperar la pelota, lo sabían Benzemá –que no paraba de presionar y pedir lo propio a sus compañeros- y Modric, que apenas se hacía con el esférico sabía escoger cuándo progresar y cuándo retenerlo para tranquilidad de su escuadra y también graderío.

No perdió intensidad el partido pero sí peligro y presencia en las áreas debido a una sucesión de faltas y tarjetas que detuvieron mucho el juego, que no el cronómetro. Muchos nos acordamos de la pretensión de la FIFA de establecer la norma para disputar los partidos parando el reloj cuando también se detenga el juego. Así se cumplía la primera mitad con un Chelsea por delante en el marcador y la iniciativa, por detrás en la eliminatoria. Aún.

Minuto 49, el miedo se apodera del Bernabéu. El Chelsea está haciendo los deberes, lo que se esperaba del actual campeón de la Champions y no mostró en el partido de ida. El Madrid estaba contra las cuerdas, el Chelsea lanzó otro gancho más por medio de Marcos Alonso… y a la lona. Y cuando ya muchos con espíritu y afán –pero no oficio- de entrenador querían tirar la toalla, el VAR rescató a los blancos. Gol anulado y la eliminatoria de nuevo empate.

Llegaban los cambios en el Madrid y habría llegado también el cambio de tornas si se hubieran dado dos circunstancias: que Ancelotti los hubiese realizado antes… y si el Chelsea no hubiera hundido la banderilla hasta el fondo con su tercer tanto. El Bernabéu enmudecía, el Madrid que había vencido 1-3 en Londres caía 0-3 en su estadio, en su templo, en su casa. Pero la salida de Mendy y Kroos y la entrada de Camavinga y Marcelo daban oxígeno, movilidad y seguridad al Madrid. Rodrygo también saltaba al campo. Todos daban por muerto al conjunto merengue. No en vano, caía frente al actual campeón de Europa. Todos… salvo el Madrid. Que se negaba a caminar hacia la luz y luchaba por aferrarse al mundo de los vivos, a su competición fetiche, a su gente. El fútbol es gol y balón… el balón de Oro lo puso Modric, una vez más, con batuta y pase magistral; el gol, Rodrygo para empatar la eliminatoria y encargar camiones de oxígeno para los jugadores por el sobreesfuerzo que se avecinaba. Prórroga.

Si 90 minutos en el Bernabéu son muy largos… 120 son eternos, un infierno según el prisma que se mire. Por ejemplo, si uno lo hace en el minuto 98 a través del prisma londinense verá a un Real Madrid cabalgando a lomos de Camavinga y, a posteriori, Lucas Vázquez; un Carvajal con las riendas absolutas de la defensa y que se ha ganado el urbi et orbi de cualquier pecado anterior; Vinicius coqueteando con su pareja de baile favorita, la línea de fondo y centrando para el ariete que todo lo derriba, una panacea que todo lo cura, un remedio llamado Karim. Apellidado Benzemá. Otra vez con la testa. Otra vez ganando la mejor posición y rematando con la combinación perfecta de fuerza y colocación para levantar al Bernabéu. A ochenta mil almas que veían como el Madrid estaba volviéndolo a hacer, trayendo la magia –aunque primero la desgracia- otro martes o miércoles europeo. Más allá de excesos de confianza y errores no forzados, esta noche ha sido una delicia en los minutos de prórroga con un Chelsea volcado y un Madrid de impecable defensa. Un intercambio de golpes entre dos campeones de Europa. Pero Rey sólo hay uno… y con el Rey de Europa no se juega y, si lo haces, pierdes. Un partido menos, quedan dos para la final.

Jesús Clemente Rubio