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La Clave siempre estuvo en mantenerse y renovar

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La hostelería madrileña está tocada, más aún con las últimas restricciones a la movilidad y actividad que afectan también a la capital. En tiempos felices todos sonríen pero es en etapas de crisis cuando sólo unos pocos valientes reabren, se renuevan y apuestan por renovarse pese a gozar de una gran aceptación entre los comensales. He ahí el secreto; no conformarse, ser flexible y saber adaptarse a cualquiera sea la circunstancia que aparezca y cuidar y refinar tu propuesta sin dejar de perfeccionarla. He ahí La Clave, con su cocido de cuatro vuelcos como eterna atracción pero una renovada carta libre de carencias ni defectos.

Cuatro vuelcos que te resumimos en tres porque tanta comida no cabía en el collage.

Cuatro vuelcos, 28 euros por persona y una cantidad ingente de comida que rebosa igualmente calidad en cada preparación. Así es el cocido de La Clave. Partiendo de las exquisitas croquetas de pringá hasta la contundente y variada selección final de 7 carnes, es éste uno de los cocidos en los que cualquier madrileño puede sacar músculo e invitar al visitante sin temor a defraudar el famoso plato de la capital. Los dos vuelcos principales pasan por una sopa de intenso sabor a morcilla y tan ligera que pide -obliga- a repetir, y garbanzos que si bien puedes mezclar con la sopa nuestro consejo es que les dediques el protagonismo y tiempo aparte que merecen. Deliciosos.



En la carta repiten los huevos rotos con zamburiña. Y que siga así por los siglos de los siglos.

Si no eres de uno de los mejores platos de cuchara de cuantos existen, siempre te quedará la carta de La Clave. Con los huevos rotos con zamburiña repitiendo como plato estelar y una ensaladilla rusa que intensifica todo lo que conozcas sobre tan popular plato. Y si las croquetas del cocido te convencen, es menester que pruebes las de rabo de toro. Cada bocado deleitó a nuestro olor, tacto, gusto y vista.


El único problema con las croquetas de La Clave es que no sabrás si decantarte
por las de rabo de toro o por las de cocido.


Y cuando tu estómago y cerebro te trasladan su satisfacción y crees que la velada no puede ir mejor, aparecen los postres, con el mango envolviendo el fuerte sabor a chocolate del coulant o, con permiso del resto de la carta, el postre y casi propuesta más destacada de toda ella. La tarta Tatin de manzana en la que nos advierten al pedirla de sus 12 minutos de preparación, lo que refuerza nuestro convencimiento de que algo bueno está por venir. Una vez servido y degustado, nos recreamos en nuestra elección. Soberbia, sublime, inolvidable. Desde el 1 de octubre la Clave ha vuelto a Madrid. Desde el 1 de octubre, salvo que la Policía nos requiera salvoconducto, tenemos cita obligada en la capital.
Tatin o coulant... ¿por qué no los dos?




Más información, carta y horarios en https://restaurantelaclave.com/ 

Jesús Clemente Rubio