Los hay que no paran de pedir ayudas en radio y televisión para un sector tocado y casi hundido tras el pico de la pandemia. Los hay que justifican los ERTE a su plantilla en locales vacíos y demanda nula debido a un atípico verano madrileño con peligrosa escasez de turistas. Pero también los hay que cuidan y mantienen cerca a su gente porque funcionan, apuestan por calidad en materia prima y carta con guiño al turista pero especializada y dedicada fundamentalmente a los 6 millones de personas que habitan la región de Madrid y que, aunque seguramente tengan su particular cruz con la que cargar, lo único que muestran al mundo es mesas tan llenas como antes de la crisis sanitaria, una constante renovación en aras de coger el tren de las nuevas tendencias sin renunciar a los platos que funcionan y, en definitiva, la sonrisa de un sector en pleno temporal. Y la gente necesita positivismo. Y los locales, una cocina y servicio de calidad que busque fidelizar, no el idilio de una noche de verano con un turista que nunca volverá. Ésta es la historia de Javier Sánchez, ésta es la historia de La Posada del Nuncio.
Bogavante frito con huevos y patatas. Una fotografía que no requiere comentario alguno. |
Ya sean de jamón, chorizo y otras variedades, las croquetas son un genial entrante. |
Pues sí, sabe a tomate, y mezclado con el salmorejo es todo un manjar. |
Más que satisfechos en buche y paladar, teníamos que forzar la maquinaria para llegar a los principales. En el capítulo carnal, las chuletillas de conejo llamaban la atención porque uno se pregunta cómo se podrán cocinar para aprovechar y satisfacer con ese mínimo de carne pegada al hueso. El secreto está en un ligero rebozado que hace de las chuletillas una suerte de pipas que no puedes parar de engullir. Una tras otra. Y así hasta llegar al colofón que, aunque aún no figura en la carta, será incluido en los próximos días.
Cuando uno cree que las chuletillas de conejo no pueden dar más de sí, Javier Sánchez nos sorprende con esta propuesta. |
Directo desde Formentera, un plato cuya combinación fundió algún circuito en nuestra experiencia culinaria para después arreglarlo y dotarlo de más energía si cabe: el bogavante frito con huevos y patatas. Exquisito desde las patatas hasta la última pinza que abras y rechupetees, no se nos ocurre mejor broche a una de esas mesas que te hace olvidar durante una velada los tiempos grises que corren fuera y celebrar la vida a través de tu estómago. Y no, no nos influyó en absoluto en semejante valoración la guinda en forma de tarta árabe con obleas apiladas y una crema dispuesta entre ellas luchando por asomar por los lados en cada bocado...
Torreznos. Marca de la casa. Tras probarlos, sabréis por qué. |
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Jesús Clemente Rubio