Fuente: Realmadrid.com |
El Barcelona no jugó en casa, ni Messi en su jardín. No lo permitió un conjunto blanco que aunque sufrió más de la cuenta en la primera parte, encontró en Courtois su mejor aliado y en la ofensiva agobiante y repleta de fe el rumbo a la victoria en la segunda. Benzemá sigue reñido con el gol pero no importa; otro que lo estaba lo encontró e, incluso, un casi desterrado. 6 años después... Vinicius rompió el maleficio.
Empezó el Madrid queriendo arrebatar el balón al Barcelona que, en cambio, decidía contrastar el ritmo frenético de los primeros minutos blancos con un pseudopaseo por el Bernabéu. Todo apuntaba a que, o aprovechaba el combinado de Zidane las llegadas de los primeros compases, o en cuanto el equipo catalán acelerase iba a poner en apuros a una escuadra necesitada de victorias. Así fue; Arthur disparaba con todo pero Courtois, atento, ya era un gigante que parecía tapar cualquier ángulo posible. Primera carencia de la defensa, velocidad, que le podía haber costado tan caro como la segunda ocasión en la que el Barcelona llegó con peligro, en botas del que califican como mejor jugador del mundo. Leo Messi gana la partida y consigue empalar un fortísimo disparo que también repele el guardameta belga advirtiendo, grito mediante, que no podían seguir sucediéndose ocasiones así. El Barcelona, como la carretera llena de curvas, apenas avisa un par de veces.
Con el balón entregado al Barcelona, las miradas se posaban en la línea de ataque madridista, donde Vinicius cometía algún que otro error no forzado y no terminaba de envalentonarse frente a un Semedo que, como luego se vería en la segunda parte, hizo lo que pudo. Benzemá recuperaba atrás, intentaba crear jugada de peligro al borde del área grande pero jamás aparecía para rematar en el área pequeña, demasiado abandonado a su suerte en el ataque. Ello, unido a su igualmente preocupante riña con el gol en 2020, derivaba en una falta de ocasiones claras y problemas reales para la portería de Ter Stegen.
Y es que el fútbol es gol, y tras volver de la caseta y repetir Barcelona dominio y posesión que había logrado en los últimos coletazos de la primera mitad, un gran disparo de Isco, al que sólo podían llegar porteros superdotados como Ter Stegen, levantaba moral, equipo y gradas a partes iguales. Y comenzaron el incesante goteo de llegadas y ocasiones, la verticalidad, la mordida, la furia y el pundonor... y el Madrid volvió a ser Real. Benzemá habilitaba mucho mejor y, abandonado su papel de goleador, los focos iluminaban a un Vinicius que, como en lo que ya ha convertido en costumbre, cada vez que recibe el balón hace contener la respiración a aficionados locales y rivales, expectantes de qué ocurrirá a continuación. El Madrid avisaba una y otra vez hasta que por fin, pasado el minuto 70, Kroos avisa con enormes aspavientos que Benzemá se ha llevado a Semedo a su terreno, dejando un hueco imposible de ignorar y tremendamente ingenuo no aprovechar por parte de Vinicius. El extremo se percata, allí corre para controlar el esférico y dirigirse a portería casi flotando ante la atenta mirada de un Piqué que reaccionó tarde, quizá pensando en que Vinicius, una vez más, no encontraría portería. Nunca lo sabremos; su disparo pegó precisamente en el defensa azulgrana y batía a Ter Stegen para jolgorio y desate del santuario Bernabéu. Cambio para ganar tiempo, 3 puntos y liderazgo: se marcha el falso 9 por uno de pura cepa, de los clásicos. Y en su primer minuto en el campo, Mariano hace el segundo, rescatando el debate sobre el, al menos, segundo delantero. No pudo elegir peor momento el Madrid para tener una pájara: perdió Copa, liderato y se puso cuesta arriba Champions. Pero el momento de regresar a lo grande y conseguir que el Bernabéu ruja como hacía años fue igualmente perfecto. Vinicius ya cabalga a lomos del líder.
Jesús Clemente Rubio