Modric desempolva el Balón de Oro, Bale responde a los pitos con una soberbia actuación en un puñado de minutos y el Madrid completa una extraordinaria remontada ante un no menos extraordinario rival, con Odegaard a la cabeza. A este Madrid le queda aún mucha chapa por delante, pero en cuestión de pintura, pinta y huele a títulos.
Y lo hace porque sabe sobreponerse a la que aún es su asignatura pendiente: la defensa. De hecho William José, de los hábiles y con el olfato ultradesarrollado, supo leer el error de Sergio Ramos e interceptar la cesión a Courtois para batir al portero belga a placer. No había transcurrido ni un par de minutos y el Madrid caía en el Bernabéu. Pero como si comenzase otro partido tras ese minuto maldito, todo empezó a salir a pedir de boca: Valverde desatado, Hazard que sigue completando un rodaje que comienza a obligar al espectador a preguntarse hasta dónde puede llegar, Benzemá con la condición consolidada de crack y, enfrente, una Real que disparó y atacó tanto como el equipo local. Ritmo frenético que podía aumentar distancias o bien dejar el empate, y fue el crack francés quien aprovechó el enésimo centro de Modric al área para tirar de corazón y orgullo y empujarla con el escudo. Bueno, con el parche del Mundial de Clubes, pero lo mismo da. Con las tablas en el electrónico, los vascos se replegaron mínimamente sin perder la cara ofensiva al partido, que siguió muy abierto convirtiéndose en uno de los más emocionantes de cuantos se han vivido en el Bernabéu en mucho tiempo liguero.
En la caseta imaginamos a un Zidane que insistía en finalizar los ataques. Valverde, quizá harto de manejar el juego a su antojo y dirigir con la batuta, bajó del atril y asumió el mando para disparar nada más reanudarse el juego y, gracias al desvío de la defensa, adelantar al Real Madrid. El Bernabéu era una fiesta que el propio Bernabéu interrumpiría con la pitada a Gareth Bale... pitada que luego tendría que reducirse. Porque el galés quiso responder a las críticas con su mejor versión, desbordando, participando, ofreciéndose... fue el complemento definitivo a un Modric que también acalló a esos críticos con su balón de oro. Una actuación sublime que culminó con un más que merecido premio: golazo tras jugada soberbia del Madrid que comenzó en las botas del internacional galés, siguió con Benzemá dejando con la cabeza y Modric empujándola con todo. Y el blanco lució por fin el dorado, que apareció en las botas del Balón de Oro.
Jesús Clemente Rubio