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CR7: Un marcapáginas en la historia del fútbol

ronaldo-gol-barcelona-copa-reyNo ha hecho falta que Messi o Cristiano se retirasen para rescatar una frase "pureta" que lleva rondando casi una década en todas las barras de todos los bares de España. Y no es otra que la que se refiere a la suerte que tenemos los contemporáneos de estas dos bestias del fútbol de haber coincidido con ellos en nuestra Liga y disfrutarlos sobremanera. Basta con que uno de ellos se marche para percatarnos, como buenos y lamentables seres humanos que somos, de lo extraordinario que teníamos y que valoramos ahora cuando se marcha.

Entendedme, este artículo no hablará apenas de cifras, no endiosará aún más al crack portugués ni dará una dimensión celestial a una persona que lo único que hace es jugar al fútbol. Lo malo (lo bueno) es que haciendo eso, es único. Y cuando tienes la suerte de "compartir" esta única vida que todos tenemos con fueras de serie y poder disfrutarlos, hacer tuyos sus éxitos y fracasos y gozar de la calidad futbolística, para los que amamos el balón, para los que gustamos del deporte, sin duda significa mucho más para uno que para el fútbol en sí. Mientras la disciplina del cuero tiene ya a CR7 en su marcapáginas histórico, nosotros lo tenemos en la historia de nuestra vida porque son los grandes acontecimientos y las grandes personas -insisto, cada uno en lo suyo, entiéndase por gran persona un superdotado para el fútbol en este caso- los que van marcando tu vida, los que te ayudan a separar etapas, los que te recuerdan que tu primer beso fue al ritmo del mejor ACDC de Bon Scott, o te graban a fuego dónde estabas cuando una panda de energúmenos decidieron volar por los aires nuestros trenes y romper nuestros corazones o los que, por ejemplo, incrustan en tu memoria una alegría infinita por un gol.

Es fútbol, sólo es fútbol... pero es que el fútbol es tanto. Y cuando ves en vivo una final de Copa del Rey entre un Real Madrid a la sombra del mejor Barcelona, cuando ves sobre el papel al equipo más laureado del siglo XXI  pequeñito (insisto, sobre el papel) al lado de un gigante cuya voracidad de títulos parecía infinita, es entonces cuando te das cuenta de que este bendito deporte lo traspasa todo. Y te hace pensar que si tamaña torre puede caer, en la vida no hay nada imposible. Cuando se erigió por encima del resto como ángel sin alas y quedó suspendido lo justo para rematar y colocar el balón donde Pinto no llegó, Cristiano Ronaldo no marcó un gol, marcó a toda una generación. La que supo que con esfuerzo, trabajo, profesionalidad, constancia y fe se puede superar cualquier obstáculo, se llame desempleo de años que parecen décadas, salud empeñada en hacernos la vida más "emocionante" o el desamor, eufemismo para definir al reverso oscuro del amor.

Rescato ese momento porque, insisto, fue mucho más que un gol: fue la consagración, y ahora sí me ciño al fútbol, de un proyecto que nació no con el objetivo de derrotar a tan majestuoso Barcelona, sino con recuperar la senda gloriosa como hábitat natural del Real Madrid. El caso es que para hacer lo segundo, irremediablemente, había que pasar por lo primero. A partir de ahí, lluvias de goles -Liga de los récords-, títulos, polémicas pero un denominador común: la profesionalidad. En el Madrid hay dos cosas que siempre se han premiado y aplaudido, mal que pese a los que tiran de tópicos de un Bernabéu frío, pitón y desagradecido: el arrojo y el respeto por los colores. También el talento, claro, pero ya sea por amor desde la cuna o por profesionalidad, se exige que cuando un jugador bese el escudo, lo haga hasta desgastarse los labios, tirando fuerte de la camiseta y soltándolo sólo para que regrese a su exquisita fusión con el corazón. Más allá del puesto en el que te colocan las cifras y títulos individuales y colectivos, el espacio que ya ocupas en la cabeza de todos los entendidos de la materia, lo que te has ganado en estos 9 años es un hueco en el corazón de muchos.

Con este gesto -que no camiseta- comenzó un idilio 'juventino'
que ha terminado en el traspaso más sonado de los últimos años.
Gracias por permitir a un madridista más colorear su vida con uno de los mejores ciclos blancos de la historia del fútbol. Pensad en cuántos habrían dado lo que fuera por presenciar semejante futbolista en las filas blancas y la hilera de éxitos desde su incorporación y entonces, sólo entonces, comprenderéis cuán afortunados sois. Respeto eterno, CR7. Y disfruta de tu nueva etapa aunque advierte a tu sed de títulos: estamos comparando a una escultural diosa como Cibeles con una señora vieja y blanquinegra... ;)



Jesús Clemente Rubio