El Madrid está muerto. El Bernabéu es una tumba. El PSG acabaría por enterrar a Zidane. Son muchas las frases que todo madridista con unos años encima habrá escuchado una y otra vez, cambiando los nombres propios pero siempre con el mismo propósito y esfuerzo en vano: mermar la férrea y Real voluntad. El peor enemigo de los derrotistas y haters suele ser el tiempo, que acaba poniendo cada palabra y a cada persona en su sitio. Y el sitio del Madrid es Europa. Que tiembla, que se frota los ojos, que hace sonar todas las alarmas, que se asoma al agujero cavado por todos ellos para ver que allí no hay cuerpo, que este Real Madrid ha resucitado, y que toca esconder las palas. Porque enterrar a los merengues fuera del campo es echarse tierra sobre sí mismo dentro de él cuando el que está delante es el Real Madrid. Cuando, lo que os jugáis, se llama Europa.
Primeros minutos apoteósicos en una grada que desde el minuto 1 apretó como nunca -las noches de Champions son diferentes- pero premió como siempre el esfuerzo - con esa inicial entrada de Isco para provocar el dejar el balón en campo del PSG-. Mencionamos al centrocampista porque fue la principal novedad y apuesta de Zidane rompiendo por primera vez una bbC sana y apta para salir de inicio y sacrificando al expreso de Gales. Parecía el entrenador francés querer jugarse el todo o nada y cierto es que, al menos en el objetivo, cumplió en la primera parte arrebatando la pelota al PSG. Sin embargo, al conjunto de Emery le basta con la demoledora tripleta y dos llegadas para alimentar a los haters del equipo contrario que, en el caso del Madrid, como siempre ocurre con los mejores, son muchos. Jugada de un Mbappé que no cesó en su intento de apuñalar la banda derecha, pase al centro y Cavani, en uno de sus casi únicos movimientos pero con exquisita elegancia, deja pasar para Neymar. Nacho repele y Rabiot fusila a placer. Todo ello había ocurrido tras una estirada de Areola ante disparo de Kroos, tras detener con el mismo rostro un mano a mano a Cristiano Ronaldo y después, en definitiva, de diversas sacudidas del Madrid que llegaba más que por planteamiento por empuje y garra. Aunque algo atontado tras el primer KO, enseguida se repusieron los de Zidane y siguieron trabajando con una banda izquierda tremendamente activa gracias a Marcelo, que recuperó su profunda faceta ofensiva en el mejor momento. Pero sería Kroos el derribado en la jugada que supondría el empate, penalti mediante transformado por Cristiano Ronald. Con las tablas en el marcador marcharía el Madrid a la caseta con la sensación de que mereció más.
Probablemente lo mismo que le ocurriría al PSG en los primeros 20 minutos de la segunda mitad, donde el experimento de Zidane comenzó a dejar de funcionar y el Madrid entregaba el balón demasiado fácil, apenas descargaba en las bandas y la posesión era peligrosamente escasa. Con el esférico en los pies, Neymar y Mbappé (gran favor de Emery retirando a Cavani) trataron de fabricar, más el segundo -solidario- que el primero -demasiado afán por demostrar en el Bernabéu- pero completaron numerosas llegadas que hacían pasearse el balón por el área grande y pequeña del combinado local. El Real Madrid logró reponerse y equilibrar fuerzas gracias al soplo de aire fresco de Gareth Bale pero, como todo expreso eficaz, necesita un buen maquinista para llegar a tiempo a la estación. Y casi fuera del mismo dio entrada Zidane a Asensio y Lucas Vázquez, jugándoselo todo y consciente del riesgo de ir a París habiendo cosechado tablas en casa. Y fue entonces cuando Bale carburó, cuando le bastó un sutil toque para iniciar una cabalgada de Asensio que, alcanzada la línea de fondo, centró y un fortuito rechace acabó en Ronaldo. CR7, que lo había intentado durante todo el partido encontrando en él mismo el rival a batir, como de costumbre, remató con todo, con la rodilla mejor dicho, y puso el 2-1. El Madrid era ya imparable, y con Lucas Vázquez haciendo diabluras por la derecha, la defensa del PSG se encontraba ante el dilema de tapar al propio gallego, a CR7, a Bale y a Asensio. Y repetiría éste como asistente en el tercer gol, obra de Marcelo, quien también veía recompensado el esfuerzo ofensivo y que lo dedicaba al, quizá, más reforzado tras la victoria blanca: Zinedine Zidane. Mensaje para el técnico: la unidad "B" rescata a la "A"... o quizá deba formar parte de la misma de inicio. Arderá París... veremos qué equipo es el que prende la mecha.
Jesús Clemente Rubio