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Real Madrid 2 - Barcelona 3: Messi se llevó el derbi

Messi, otra vez Messi, siempre Messi. Partidazo entre Real Madrid y Barcelona con alguna que otra imprecisión en ambos bandas y superioridad en peligro y llegadas del conjunto blanco. Hasta ahí la lectura colectiva, porque si nos detenemos uno por uno tendríamos que reconocer que este derbi no lo ganaron ni merengues ni culés... sólo Messi. Siempre Messi.


Salía el Madrid algo atontado, nada perezoso, pero sí impreciso para que el Barcelona, con un Iniesta que no termina de recuperar el tono pero algo más acertado que en anteriores jornadas, carburando. Sin Neymar y con Alcácer -otra vez- desaparecido, Suárez naufragaba en los controles orientados así como en la búsqueda de la espalda de los defensores blancos. Sí aparecían Busquets y Suárez, una y otra vez, para al menos despejar a córner o a patadón las acciones blancas, que crecían en número y, poco a poco, en peligro. Por eso no extrañó que Casemiro empujase el rechace de la "taytantas" intentona blanca ante un Ter Stegen que en 30 minutos había protagonizado 7 paradas, 5 de ellas de categoría superior.

Keylor no se quedó atrás e hizo alarde de unos notables reflejos y gran estirada en ejemplos como el testarazo de Piqué. Y entonces el derbi pasó a ser el partido de Messi. Aparece el argentino con zancada para marcharse de Carvajal y de Modric y batir a Navas. Empate y a la caseta.
En la reanudación, se igualaron las fuerzas y el argentino ya tenía la chispa que le duraría hasta el minuto 90 y lo que hubiese durado el encuentro. Y con ella mareaba, recibía, se marchaba pero, sobre todo, trasladaba inseguridad a las líneas blancas. Inseguridad que hacía esperar en algunas ocasiones en lugar de salir a por el balón, lo que propició a Rakitic controlar, recortar y disparar desde la frontal del área. Sufría el Madrid, más aún con la expulsión -roja directa- de Ramos, que tiraría de épica y James para empatar. Con un Asensio que no era suficiente -si bien la velocidad fue más que plausible y por supuesto superior a todo lo que hizo Bale- y un Isco inexplicablemente en el banquillo -Modric sigue fatal-, Zidane encontró en el colombiano el gol del empate que, a la postre, habría sido resultado más que justo.
Pero la justicia del fútbol viene dada por los méritos, individuales o colectivos, por lo que Messi mostró al mundo su camiseta y nombre para recordar que si él o Ronaldo juegan y les sale su partido, el resto sólo pueden sentarse a mirar. A mirar cómo apareció en una jugada de libro del Barcelona no interrumpida por Marcelo -¿por qué?- y culminada con la maestría del que colecciona balones de oro. Hay Liga y quizá quede Barcelona... pero lo que seguro que hay es Messi. Mucho Messi.

Jesús Clemente Rubio