Zinedine Zidane ha vuelto a pisar el Bernabéu. La magia, el fútbol hecho persona, ahora en el banquillo, un lugar no reservado jamás para él como jugador pero que le abrazó fuerte en el día de su estreno como máximo gestor del primer equipo. Atrás quedaron los problemas con la licencia, los Ancelotti e incluso los Benítez (aunque la sombra de Mourinho es alargada aún en cierto sector de la afición); lo que está claro es que jamás hubo calva tan deseada en Concha Espina. Y devolvió el saludo a la grada con la mano, 5-0 al Deportivo en la enésima nueva etapa blanca. Veremos si la definitiva. Zinedine Zidane, o ZZ Top, dictará sentencia.
Mala noticia para Cristiano Ronaldo, y sólo para él: no marcó. Buena; todo lo demás. El toque y la alabanza al "jugoneo", al toque de Isco, la verticalidad y casi libre movilidad de Gareth Bale y el olfato y remate no sólo del galés sino también de Benzemá, que los hace de todos los colores. Fue Bale quien se marchó con el esférico a casa tras dos testarazos y un remate a pase de CR7, que también sabe asistir cuando está reñido con las mallas.
Sin embargo, Benzemá se encargó de abrir la lata con una de esas maniobras casi reflejas en los futbolistas de élite que despistó lo justo para que el cuadro gallego encajase el primer gol. La grada se divertía, disfrutaba, olvidando los pitos -hasta nuevo aviso- y, por primera vez en varias jornadas, se celebró el fútbol. El último del astro francés dejó ese excelente regustín con el que el aficionado se acuesta deseando que lleguen el resto de rivales, en una demasiado optimista certeza de que los blancos son invencibles, destrozando el larguero antes de introducir la pelota en la portería. Soñamos, entonces, con que Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham vendrían al Madrid, y lo cumplimos. Soñemos, pues, con que Zidane traerá de nuevo alegría a las vitrinas blancas... y hagámoslo realidad.
Jesús Clemente Rubio