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Real Madrid 2 Valencia 2: El empate, dulce derrota y amarga victoria

muro-liga-alves-porterazoTres cuartas partes de la Liga viajan esta noche a Barcelona tras el tropiezo del Madrid frente al Valencia. Siendo justos, cuando uno se topa con la madera hasta en tres ocasiones, falla desde los 11 metros y casi protagoniza una épica remontada partiendo del 0-2 en contra, merece, cuando menos, respeto. Porque el déjà vu vivido hoy en el Bernabéu, con los fantasmas de la temporada pasada repitiendo resultado y rival, dejó de serlo sin embargo por el arrojo, intensidad y entrega del equipo; hace un año los blancos tiraron la Liga, éste la sufren, luchan y persiguen hasta el último minuto pero es el corredor que hay delante, infalible, el que lo está poniendo verdaderamente difícil. Al final de los 90 minutos el equipo quitó la careta incluso a los que siempre se esconden tras ellas, esos que sacan pecho y pitos a pasear ante el más mínimo fallo de Casillas y luego presumen de equipo si logran la machada. Quizá el Real Madrid no se alce la Undécima, tampoco con la Liga pero, al menos, la afición seguirá soñando. Así es el empate trabajado; una amarga victoria, una dulce derrota.


Aunque Pepe esta vez sí batió a Alves, el portero y las
maderas amargaron la noche al Madrid.
Lo que uno tarda en llegar al trabajo, media sesión de entrenamiento suave, preparar y engullir una comida ligera, recorrer el palmarés del Real Madrid... es lo que tardó el Valencia en incendiar el Bernabéu, tirando de Javi Fuego en el minuto 25 y, antes, de Paco Alcácer. Especialmente doloroso porque la afición entonó hasta dos "¡uy!" por sendas maderas cosechadas por Bale y Ronaldo, respectivamente. Dolor también en el rostro de Kroos, lesionado y al vestuario. La afición entonces, dando por seguro el alirón azulgrana en las próximas jornadas e imbuida del irracional festival de pitos a Casillas "de los de siempre", tiró la toalla. Pero el Madrid la recogió, esta vez no empujada por el jugador número 12, ni por los millones, ni por otra circunstancia que sirva de excusa. Relucían garra y orgullo blancos, sabedores de que la imagen de hoy podría servir en bandeja o atemorizar al rival que espera en su competición fetiche. Antes del descanso, otro palo (Chicharito) e incluso un penalti más que fallado por Ronaldo, parado por Alves. El guardameta che fue héroe, juez y parte del partido (y la Liga) durante los 90 minutos, pero quedaban 45 en los que los de Ancelotti brillaron, asediaron y a punto estuvieron de lograr levantar al estadio, también a los "piperos", deseosos de colgarse la medalla de incondicionales, cambiarse de chaqueta y de aires, cual veleta.


El golazo de Isco acrecentó la esperanza blanca
de la remontada.
Pepe, contundente, inició el asalto. Isco, mágico, llenó de esperanza las gradas... pero otros 45 minutos después de constantes acometidas, alguna que otra ida y venida peligrosa también para el arco blanco y una exageración de remates (27, de los cuales 10 fueron a puerta), el Real Madrid bajó brazos y cabeza con el pitido final. Tocaba que el madridismo recogiera la toalla. Así lo hizo. Aplausos y algarabía para premiar el esfuerzo y la pasión a los que aluden los himnos, cánticos y crónicas sobre este equipo, sobre este escudo. Quizá -nunca se sabe- la Liga haya viajado a Barcelona, pero jugadores y afición han recuperado el orgullo madridista, el saberse campeones incluso perdiendo, el, por qué no, puestos a repetir el 2-2 frente al Valencia el pasado año, también se coseche idéntico resultado que en la Décima.  

Jesús Clemente Rubio