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Final Champions 2014 Real Madrid 4 Atlético de Madrid 1: El retorno del Rey

El día en que la capital de Portugal no fue Lisboa; el día en que, al mismo tiempo, una ciudad iba a ganar y perder la Champions; el día en que el Real Madrid se jugaba estrenar las decenas y el Atlético de Madrid las unidades, llegó. La más mágica de las noches europeas, la que provocó el desplazamiento de 120.000 españoles a Lisboa, la que culminó como las películas memorables, con sorprendentes giros que terminan en tragedia para algunos, en el perfecto remate para otros. 

Señoras y señores, el fútbol mayúsculo esta noche fue madrileño, y como otrora nos sentimos privilegiados por vivir una cadena de triunfos de la Selección, hoy colchoneros y merengues -todos con la cabeza bien alta- pueden presumir de haber vivido de una manera u otra el acontecimiento futbolístico más importante de la capital en los dos siglos de historia de este bendito deporte. Por si aún importa el resultado, hablaré de una gran temporada del que perdió, de un indiscutible reinado europeo del que ganó. España 2 (goles de Real Madrid y Atlético de Madrid) - Europa 0. 

La previa

Las primeras dos líneas de toda crónica deportiva, como mucho, son las destinadas a albergar los prolegómenos del partido. Aquí dedico el párrafo inicial del cuerpo si bien merece un reportaje, porque salvo la salida del estadio -un tumulto por una sola puerta que, en caso de registrar problemas, otro gallo hubiera cantado- la organización de la UEFA estuvo impecable y la muestra del poderío del organismo europeo fue la ceremonia. Pitidos y aplausos para Figo, ambas aficiones tuvieron que rendirse después a la espectacular puesta en escena de centenares de efectivos ataviados con diferentes vestimentas que jugaron con los mosaicos y con la épica batalla madrileña entre Real Madrid y Atlético de Madrid. 

Estadio precioso, organización exquisita, aficiones inigualables.
De las mejores finales de Champions que se recuerdan.

En esas comenzó a erigirse en la grada oeste el ansiado tesoro, la Copa de Europa, a cuyos pies se posaron ambos escudos a la vez que ambas aficiones exhibían músculo, colores y lema -"Nuestra forma de vida" en el caso rojiblanco; "Hasta el final, vamos Real" en el caso madridista-. Aprovecho para ensalzar la nobleza y comportamiento de ambas aficiones durante todo el partido: hola de nuevo a la inquebrantable afición atlética y bienvenido  el público del Bernabéu de Champions, ese que sabe hacer algo más que quejarse por cada movimiento de sus jugadores y ser un "apoyabarras" de tres al cuarto. 

La ceremonia de clausura de la Champions
estuvo fantástica. 
Oigáis lo que oigáis por la televisión que no os engañen: apenas se escuchaban cánticos madridistas porque toda la prensa estábamos en zona rojiblanca. Como digo, inmejorables nuestras aficiones y primer motivo de orgullo madrileño. Sobre que desoímos las advertencias de formar el tifo animado y que ningún aficionado hizo caso del videomarcador que avisaba sobre levantar sus banderines, mejor ni hablamos. Todos éramos españoles, así que el fallo pasó inadvertido y la UEFA empleó una bonita canción pop para pasar con discreción el mal trago. Somos de lo que no hay y, por ende, únicos. Otro motivo para sacar pecho.

La crónica: Derbi regional, nacional y europeo
Y el balón comenzó a rodar. Con Modric apareciendo mucho, el Madrid respiraba tranquilo; iba a tener centro del campo. No contaron con que esta vez la última línea era la que no iba a estar fina y, pese a un más que buen arranque blanco y renqueante atlético, los guantes de Courtois seguían tan impolutos como los de Casillas. Cholo fue en otra vida fontanero, y sabe bien como desatascar un partido que durante unos minutos no estaba a la altura de los más de 60.000 espectadores que atestaban las gradas; a balón parado. 


El error de Iker propició el primer y único
tanto rojiblanco.
Lo que el Barça es al toque y el Madrid a la verticalidad y el contragolpe, el Atlético lo es a las jugadas de estrategia, córner y similares. Todo hincha lo sabía y por eso en el  córner del minuto 36 el fondo rojiblanco desgastaba suelas y palmas en las gradas y el blanco se comía hasta el banderín de la final. Hubo despeje, pero la escena se repetía, pues segundas partes nunca fueron buenas viniendo del Atlético. Así que el nuevo centro al área blanca terminó con Godín rematando flojo y forzado... pero dentro. Porque allí ya no quedaba nadie para custodiar la casa blanca. Su guardián había avanzado tantos metros para asomarse al abismo que, aunque no cayó, cuando quiso volver se le habían colado. San Iker tiene un fallo cada 100 balones. Se ve que este balón era el número 100, que distanciaba otro número, el 10, la Décima. Y acercaba la primera de la Historia del atlético.

Atlético 'de Chelsea'
Demasiada calma pidió Simeone a sus jugadores.
Tanta que dejaron escapar la sentencia.
El primer punto de giro del partido inició la vorágine atlética y esparció el virus del silencio por la grada blanca. De allí sólo llegaba el eco, y el eco de lo que una vez fueron era lo único que les quedaba a los de Ancelotti. Lentos, torpes, suspirando por el final de la primera parte, fueron los peores minutos del conjunto blanco que no supo aprovechar nuestro otro representante por culpa de Simeone y del cansancio. Es una final de Champions, pero al Atlético no se le puede exigir replegarse y dar un paso atrás cuando su idiosincrasia durante toda la temporada ha sido el partido a partido, ganar, ganar y ganar. Nada de marcar y esperar. El técnico argentino debió percatarse en el descanso pues en la segunda salió de nuevo con las líneas adelantadas, pero ya era tarde. Si el Atlético juega como el Atlético, gana como el Atlético: si juega como el Chelsea, no jugará -esperará- y perderá como el cuadro de Mou. Y así fue.

Hay a quienes se les da bien la pintura, a otros la escultura... y el Madrid es el Miguel Ángel del fútbol europeo. Como el extraordinario artista, no se congratula o desespera por el durante de la obra, pues sabe que todo es un boceto hasta la última pincelada. De esa manera progresó el conjunto blanco: durante los segundos 45 minutos golpeó a brochazo limpio el lienzo rojiblanco, con un Bale muy fallón, un Benzemá inerte y un CR7 a ralentí. El Real atacaba tanto pero con tan poco tino que el que más brillaba era un tal Carvajal, "El Inexpugnable", que corría, recuperaba, centraba, doblaba por la banda derecha, perdía y subsanaba el error de inmediato... muy poca tinta se ha dedicado al llamado a ser, con permiso de Azpilicueta, lateral derecho de la Selección. Ancelotti, el otro gran tapado de la temporada, dio un puñetazo sobre la mesa donde esperaba su pizarra, y cambió la brocha gorda por el pincel fino: Isco, Marcelo y Morata despedían a un Kedhira fuera de forma, un Benzemá desaparecido y un Coentrao correcto como lateral, escaso como carrilero.

El acoso del Fideo
Di María, mejor jugador del partido,
apuñaló el costado izquierdo del Atleti.
Y se hizo la luz en el estadio homónimo. Fue el instante en que toda Europa está con la televisión puesta en segundo plano, viendo el más de lo mismo -ataque merengue y los estupendos centrales rojiblancos cortándolo todo- y, de repente, comienzan a llamar a sus familiares y dar codazos a sus amigos. "¿Has visto el control orientado de Isco al borde del área pequeña?" Le dice un alemán a otro. "¡Menudo puñal por la banda izquierda es ese Di María, incansable!" vocea otro. Ambos tienen razón. Isco desengrasa y da fluidez, Di María desmorona cinturas, planteamientos y encuentra fisuras en infranqueables muros. Todos mirábamos entonces adelante, cuando lo más peligroso, emocionante, rompedor y memorable de la final de Champions llegaría como un obús desde atrás.

He vivido lo suficiente como para saber que en unos minutos el signo de un partido puede cambiar radicalmente. El Madrid, como el Atleti si se hubiese dado la circunstancia adversa, es capaz de todo. Todos no son capaces de abanderar la fe hasta los últimos instantes del descuento y, con ella, igualar una contienda que los "compepipas" daban por perdida a la vez que abandonaban las gradas antes de tiempo y farfullando sobre el equipo de Chamartín. Uno de ellos oyó un griterío "será una jugada polémica", pensó. Pero la curiosidad mató al gato y premió al humano. 


Ramos entró con todo y nada pudo hacer Courtois. Desde el mismo instante
en que remata uno puede adivinar el gol.
Al asomarse nuestro querido comepipas, vio rostros desencajados, exultantes, la apoteósis que sólo un deporte tan maravilloso como el fútbol puede lograr: Sergio Ramos había subido del Madrid al cielo para, desde ahí, empujar con la cabeza el balón al único sitio que ese jugador de baloncesto vestido de portero no podía llegar. El Atlético frenaba las acometidas de la ofensiva merengue pero se olvidaba que el mejor defensa es también un gran atacante. Ramos es la artillería pesada del Real Madrid, la que derribó la puerta del castillo. Una vez dentro, la  masacre haría correr ríos de tinta roja... y blanca.

Usar o perder la cabeza
Usando la cabeza el Madrid se puso
por delante en la final.
Cholo entonces tuvo una nueva opción de redimirse; su equipo flaqueaba, ya no había cambios -cómo se acordó del desperdiciado con Diego Costa en el minuto 8- pero, debió pensar, ¡somos el Atlético!. En cambio, se repitió a sí mismo y a los jugadores: "cuidado, son el Madrid". Y con esas los campeones de Liga iniciaron una prórroga en la que se crearon un nuevo enemigo: el tiempo. Mientras a unos se les eternizarían las dos partes de 15 minutos, otros buscaban precisamente la gloria eterna en cada instante. Unos perdían la cabeza por llegar a los penaltis, otros la usaban. De esa manera llegó de un galés a quien el gol le había negado tantas veces como Pedro a Jesús: Bale confesó sus pecados cabeceando un rechace de Courtois al fondo de las mallas. A la cuarta va la vencida debe de ser el dicho en Gales. 



Provovación, exceso o, simplemente, celebración.
CR7 marcó su 17º gol en  esta Champions.
La explosión en el graderío y el júbilo madridista en el córner para la celebración fue pólvora mojada comparada con el estallido de Di María al iniciar la jugada: el fideo se enroscó y estiró a placer para dejar sentados a tres defensas, apuñalar el costado rojiblanco y herir de gravedad a su guardameta. En ello vino el galés para rematar la faena. Era un secreto a voces: la prórroga era madridista, los penalties al menos habrían sido inciertos. 


Otro punto de vista del alzamiento del trofeo.
Fotografía del genial Alejandro Rozas.
Después llegó la estocada mortal de Marcelo que se encontró con un pasillo rojiblanco gracias a los movimientos de Di María y Morata -sin técnica pero tremendamente luchador-. Para entonces sólo un madridista de las decenas de miles no estaba contento: quería su gol. Quería culminar su bestial historial con el Real Madrid ganando un trofeo con colaboración directa, así que transformó un penalti provocado por él mismo y corrió a lucir músculo y poderío blanco. Europa miraba y él lo sabía... y a diferencia de los que critican el abuso y el exceso, no se trataba de rematar al árbol caído, sino de avisar a los que vengan: el Rey ha vuelto
La sorpresa de los jugadores para Ancelotti
durante la rueda de prensa. ¿Sabíais que
otiuMMadrid también preguntó al técnico?
La única preocupación era entonces sustituir "novena" por "décima" en la canción, pues el acento cambia. Cambiemos pues la pronunciación (deCIma). Así es este Madrid: capaz de hacer lo esdrújulo llano, el "ya no" en el "sí se puede"; lo imposible, posible: lo inimaginable, Real.

otiuMMaximus

- El comportamiento de ambas aficiones, así como la temporada de nuestros equipos de la capital, IMPECABLE.
- Ancelotti consiguió su tercera Copa de Europa como técnico, quinta sin contamos las que logró como jugador. 
- La celebración en el Santiago Bernabéu tendrá lugar mañana a partir de las 21:30 horas.


Jesús Clemente Rubio