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TurquíaI, Estambul: Culto a la majestuosidad

Ir a un país oriental (o pseudoriental, como es el caso) siempre resulta atractivo al visitante occidental. Las especias son el santo y seña de sus aromas, los velos y las prendas anchas el de sus ropajes y las llamadas a la oración la banda sonora. No esperéis encontrar eso en Turquía. Estamos ante el país oriental menos oriental, el que un día decidió acabar con los sultanes (algo así como los reyes europeos de la Edad Media, que todo lo aglutinaban) en favor de una democracia joven pero que revisa y, por qué no decirlo, moderniza el concepto de nación musulmana. Quizá pierda encanto, pero lo sopesa con las mezquitas más imponentes y grandes del mundo después de la de La Meca y una historia que abarca miles de años y recorre tres imperios. Y eso sólo hablando de Estambul... si nos adentramos en la Turquía asiática, la belleza supera todo lo inimaginable.


Modernidad y tradición en Estambul.
Desde el mismo aeropuerto "Ataturk" comprobarás que éste no es como otros países de mayoría musulmana: varios medios de transporte, públicos y privados, te acercan a diferentes puntos del centro. Metro (cómodo y barato, cuesta una ficha de transporte que llaman "Jeton" y que equivale a 3 "turkish lira" o liras turcas, poco más de un euro), autobuses públicos o, por algo más (10 TL, unos 3 euros), lanzaderas y autocares privados.



Salvo que tu hotel sea muy céntrico o esté situado próximo a lugares turísticos, el panorama será similar al que nosotros cogimos en una calle cercana al símbolo moderno de la ciudad de Estambul, la plaza Taksim; rodeado de calles que recuerdan al Madrid de los 70, con edificios cochambrosos y estampas que aquí te harían darte la vuelta pero allí, créeme, nada has de temer. Si por algo se caracteriza un país de mayoría musulmana es por la seguridad del turista, revueltas y momentos álgidos aparte -como en todos los sitios-. De esta manera, optarás por un alojamiento barato -unos 25 euros la habitación- y que por dentro te sorprenderá, como fue nuestro caso, cuya deteriorada fachada escondía tres pisos con sus respectivos apartamentos de cocina y baño compartidos sólo con otras dos habitaciones. Excelente para dar un respiro al estómago algún día y engullir comida casera.

Los puestos de fruta y zumos son
una constante en las calles turcas.
A estas alturas ya habrás visto que un euro equivale a casi 3 liras turcas (2,84 más o menos el cambio) y, a diferencia de otros países, olvídate de cambiar el grueso de tu efectivo nada más aterrizar. En las calles próximas al Gran Bazar encontrarás una casa de cambio como en España un bar, cada dos metros, con el mejor tipo de cambio y sin el 4% de comisión que cobran en el aeropuerto. La mejor tasa que encontramos nosotros en cuatro días fue de 2,70 liras por euro (noviembre de 2013). El caso es que al salir ganando muchas veces calcularemos mal el cambio tanto por arriba como por abajo, me explico: te sorprenderás regateando en los bazares por un puñado de liras que, al cambio, te suponen un par de euros o bien pagarás en cada uno de los museos (si algo tiene Turquía es que se paga por ver prácticamente todo) y, al final de tu viaje, te percatarás de que unos 150 TL (unos 60 euros) fueron para el estado turco. 

Quisiera completar la información práctica recordándote que 1 Jeton, ficha de transporte, cuesta 3 liras turcas y que cada vez que hagas transbordo entre medios de transporte (no entre líneas del metro, por ejemplo) tendrás que pagar uno. Así que planifica bien tus desplazamientos entre autobuses, tranvías y metros.

Istaklal, la 'Gran Vía turca'.
Europeos y asiáticos

Más de ocho millones de personas pululan diariamente por Estambul, 14 si hablamos de su área metropolitana. Cifras que, unidas a la de los turistas, te aseguran colas en los monumentos más céntricos durante casi todo el año. Por ello grábate a fuego comenzar bien temprano tus jornadas y, al menos, respetar nuestras sugerencias en cuanto al primer monumento a visitar. Comenzamos.
La imponente Torre Gálata.

La plaza Taksim es más relevante por concentrar manifestaciones locales que estética, de hecho es una enorme explanada rodeada de algunos de los edificios más altos de Estambul pero nada relevante al viajero salvo un punto de información turística en su extremo noreste. Justo al lado contrario se abre paso la calle Istaklal, una "Gran Vía" más larga que aquella, atestada hasta medianoche de autóctonos y con una interminable hilera de negocios de kebabs, McDonalds y Burger King (prueba de la incursión capitalista en la ciudad). Es menester un paseo por ella para impregnarnos del ritmo de la ciudad, observar el monumento a la Independencia o una de las pocas iglesias cristianas de la parte moderna, amén de las decenas de gatos callejeros que, acostúmbrate, te acompañarán por las calles turcas. Sin abandonar la calle toparás con la Torre Gálata, cuya parte superior ofrece una genial panorámica de la ciudad -por ello, trata de subir al atardecer- que, cómo no, lo suyo cuesta: 13 TL. Subas o no, busca información sobre el cambio de manos y los diferentes usos de una construcción que se puede ver casi desde cualquier punto de la ciudad. Tras ella y sin abandonar nuestro rumbo al sur toparemos con el puente homónimo que, junto al Ataturk, es el más representativo de la ciudad y donde pescadores locales se agolpan en busca del sustento diario que luego venden en los mercados ubicados a orillas y por debajo del puente. Aquí lo más recomendable es recorrer en ambos sentidos, direcciones y niveles el puente, esto es: viniendo desde la Torre Gálata, por arriba y la parte derecha, la que mira al puente de Ataturk; por debajo y la parte izquierda, que nos premiará con excelentes fotos con la imponente mezquita Yeni, que espera al fondo. 

El paseo por el 'Cuerno de Oro' premia con
hermosas estampas.
Esta será la primera gran mezquita con la que toparemos al acceder a la parte más antigua de la ciudad, que reúne el grueso de monumentos y recovecos a visitar y que podríamos dividir en dos partes: el itinerario del caminante, que exige largos paseos a orillas del Bósforo en el llamado "Cuerno de oro" y que, tras 40 minutos andando, nos dejará en el barrio judío, próximo a la iglesia católica de San Chora y otras construcciones de interés; y la parte más turística, que merece más detalle.


Santa Sofía, iglesia convertida en Mezquita, era la construcción más grande
hasta que llegó la Mezquita Azul.
Culto a la opulencia
El interior de Santa Sofía deja sin aliento.
Además del culto al islam, las dos construcciones más imponentes del centro encierran una historia de rivalidad ostentosa. Para no destripar nada, diremos que Santa Sofía, exiglesia convertida tras la caída de Constantinopla en 1453, ahí se encontraba con su majestuoso porte cuando llegó Ahmed I que, deseoso de dejar su huella en la urbe, mandó construir la Mezquita Azul (mezquita del Sultán Ahmed). Sus seis minaretes levantaron pasiones en ambos sentidos; las peores críticas se debían a que la única en tener dicho número era la de La Meca... el sultán lo solucionó construyendo en aquella un séptimo. Como verás, y como siempre ocurre cuando grandes imperios o empresas rivalizan, es que el usuario final sale ganando. Aquí tenemos dos mastodontes que compiten separados por un parque vestido con hileras de árboles y fuente y que, a su vez, supone el avance de la plaza situada al doblar la esquina de la Mezquita Azul: la plaza de Sultanahmed, con dos obeliscos y una enorme fuente germana.

La Mezquita Azul copa sus paredes
con más de 20.000 azulejos.
Mientras que la entrada a la Mezquita Azul (cuya estética exterior vence a la de su rival pero el interior palidece ante la de aquella) es gratuita y, eso sí, exige al visitante algo de espera debido al obligado acceso por la entrada turística, la de Santa Sofía cuesta 15 TL. Dicen que porque el pago incluye la visita a la excatedral y el resto del complejo, museo incluido. En realidad una excusa para un nuevo desembolso del turista ya que, en realidad, lo único que merece la pena -y vaya si la merece- es el interior de la reconvertida a mezquita. En ambos casos será un deleite para la vista los más de 20.000 azulejos que recubren cada centímetro de pared, en el caso de la Mezquita Azul, y las "cúpulas flotantes" y medallones gigantescos de Santa Sofía, frescos y lámparas aparte.

La Cisterna Basílica merece unos minutos de paseo.
Media mañana llevará la visita de ambas que se puede completar con un vistazo a la cercana Cisterna Basílica, pensada en su momento como almacén de agua y que ahora es más bien un templo subterráneo con cientos de columnas que reposan sobre un pequeño lago. Encantador e imperdible. Si nos sobra tiempo -si no, después de comer un kebab o dürum (el alargado) por un precio de entre 5 y 10 TL- es el momento de acudir al Palacio Topkapi, si no lo has hecho a primerísima hora de la mañana (abre a las 9). En cualquier otro momento, prepárate para unas colas soporíferas. 

Sultán a cuerpo de rey

La entrada del Palacio Topkapi
adelanta lo que encontraremos dentro.
Topkapi fue, antes que Domalbaçe, el palacio residencial de los sultanes. Sin ser reyes, vivían como los que aquí nos dice nuestra Historia, con todo lujo y por encima del bien y del mal. Sin embargo, a diferencia del otro mencionado, Topkapi opta más por el detalle y los espacios achicados y recargados en el interior de sus inmensas paredes. En cualquier caso, es una visita indispensable para entender los entresijos de la "corte" turca, que no árabe -una vez más, te recordamos, si no lo harán ellos, que son turcos, no árabes-. En cambio, el Harem es un extra que si te lo puedes evitar y ahorrar unas liras, no te perderás nada que no hayas podido apreciar en el resto de la construcción.
Todas las ciudades tienen una visita diurna y otra nocturna.

Un paseo final hasta que caiga la noche -momento en el que puedes volver sobre tus pasos y revisitar los monumentos para disfrutar de su iluminación nocturna- por el parque Ghulam será la perfecta guinda a una jornada repleta de pasión e historia turcas.

De esta forma, la segunda jornada comprendería, de norte a sur, la mezquita Rustem Pasha (no debería decirlo porque dejará de serlo pero se trata de una de las mezquitas menos turísticas y que más imponen por su serenidad y entorno) y la de Suleymán el Magnífico son dos próximas al puente Gálata y excelentes para iniciar el otro gran itinerario turístico. 

Los dulces turcos, diferentes pero
igualmente deliciosos.
Se completa con los bazares, siendo el de las especias el más auténtico y local y el Gran Bazar un "centro comercial" de unos 35.000 metros cuadrados tremendamente occidentalizado y con puestos repletos de mercancía falsificada a precios irrisorios (nosotros conseguimos unas Converse All-Star, al cambio, por 12 euros). Con el arte de la falsificación más que patente, te queda por descubrir la otra práctica que todo turista debe acometer alguna vez; el regateo. Recuerda partir de la mitad del precio que te pongan ellos y de ahí ir escalando.

Cruzando el Bósforo

Saturado de compras, cifras y discusiones económicas, el palacio de Domalbaçe (donde trasladaron los sultanes su residencia, en la actualidad perteneciente a manos privadas y cuyo sala principal te quitará el hipo) y un paseo hasta la iglesia de San Sergio y San Baco puede poner fin a tu segunda jornada, reservando el crucero por el Bósforo para la última, o bien desafiar al cansancio y, con el sol cayendo, embarcarte.

En cualquier caso has de saber que las opciones son muchas, así te lo harán saber en Eminonu (barrio pegado al puente Gálata y por el que basta que des un par de pasos para que te asalten decenas de relaciones en busca de clientes). Cabe destacar que las dos grandes opciones son el crucero por el Bósforo, el más típico y el que recomendamos, o el transporte hasta la parte asiática (ya sabes que Estambul es una ciudad partida por el Bósforo y que, en su otro extremo, pertenece ya a Asia). Por el primero no deberías pagar más de 10 TL (dos horas de duración, el de cinco horas, cuya hora recomendada es a las 10:30 de la mañana, es de unos 25 TL). El segundo cuesta un Jetón (recuerda, esas fichas de transporte).
Poco más de 4 euros cuesta embarcarse más de 2 horas por el Bósforo.
Así, por poco más de 4 euros disfrutaremos de un crucero de dos horas por el estrecho del Bósforo desde el que admirar una y otra parte europea de Estambul (la moderna, con la Torre Gálata y la plaza Taksim; y la antigua, con las mezquitas Azul y Santa Sofía) y dibujar el trazado del mapa que sube hasta el mar Mármara. Un topicazo turístico que vale más la pena que dinero y durante el cual, la puesta de sol nos recordará que también aquí se vivió el auge y ocaso de dos de los imperios más poderosos de todos los tiempos.

P.S: otiuMMadrid would like to express gratitud to turkish authorities, turkish Ministry of Culture and Melike Erol from "Pasion Turca S.L" their help and collaboration with the press access and informations needed to make this review.


Continuará en... TurquíaII: El misterio de Capadocia

otiuMMaximus

- La majestuosidad de la Mezquita Azul.
- El interior de Santa Sofía es sorprendente para el turista de a pie, deslumbrante para el estudioso del arte.
- La mejor etapa turística antes de adentrarse en un país oriental.

otiuMMenester

-Si buscas bien y lo coges con tiempo, puedes encontrar vuelos con Turkish Airlines por menos de 150 euros por persona.
- Los alojamientos más céntricos parten de 50 euros por habitación pero los más alejados, como los cercanos a Plaza Taksim, no superan los 25 euros.
- Cada transporte cuesta 1 Jetón (3 liras turcas = poco más de 1 euro), la comida media con bebida incluida unos 12-13 TL (4-5 euros) y el recomendable pase de museos 85 TL (unos 35 euros).

Jesús Clemente Rubio