Se dice que cuando uno toca fondo lo único que puede hacer es subir. "Las cosas no pueden irme peor", "todo me ha de pasar a mí" o "por qué yo" son otras de las fórmulas del perdedor. Y quien más quien menos, se ha sentido -o le ha gustado sentirse, que en España hay mucho pantojismo- un poquito fracasado, regodeándose y compadeciéndose de sí mismo hasta la extenuación. Por ello la obra promete un espacio de entendimiento para este tipo de actitud que tiene su interés hasta que la ves, pues nada que ver con los aspectos de antiayuda y guía para el empobrecimiento personal que aseguraba. Menos mal que por ahí estaba un tal Ramón Arangüena de apagafuegos y para salvar un poco los muebles.
Huelga decir la trayectoria y talento de este periodista; por si no la sabéis, él se encargará de repasarla sobre las tablas. Y lo cierto es que ahí uno identificará los retazos de lo que siempre gustó y enamoró de la persona y personaje de Arangüena; la inocencia y estupidez fingidas de manera soberbia; la profesionalidad camuflada con un continuo desacierto y una falta de diligencia atroz; la manera de informarse al dedillo de un tema para darlo la vuelta y conseguir entretener al espectador y desesperar al resto. Pero toda esa magia se desvanece en un guión que introduce con calzador la buena base de la obra sobre lo bonito del fracaso y se centra en chistes fáciles, discursos poco dinámicos y gags demasiado largos, en los que al principio sonríes y terminas pidiendo la hora.
Por supuesto que tiene sus momentos brillantes: al fin y al cabo es el alma de "Osados" y "Lo más plus", entre otros, quien hace de maestro de ceremonias. Lo malo es que es una ceremonia que no parece suya, y reto a cualquier artista a desenvolverse durante casi 80 minutos en un marco que no le pertenece (imaginad a Freddy Mercury por bulerías). El público merece más Arangüena -las dos únicas vías de improvisación que tuvo la obra fueron de lo más brillante, donde hay talento se nota- y menos obras empeñadas en marear la fórmula del monólogo que, aunque se vista de la mejor seda y de una trayectoria de aplauso y carcajada, monólogo se queda.
Pese a ello, reconozco que a los grandes fans del periodista palenciano -un servidor lo es casi desde la cuna- les encantará conocer de cerca al autor de "Un oso de peluche mata a 2500 truchas", el de la "agria polémica" con Gabilondo, de la nuestra, de la de todos. ¡Eso sí que era antiayuda y sentirse bien por ser un fracasado!
otiuMMaximus
- Arangüena. La fórmula falla, él no.
otiuMMenester
-¿Dónde? Teatro Pequeño Gran Vía. Calle Gran Vía, 66.
-¿Cuándo? Desde el 25 de septiembre . X y J a las 20:30 horas.
-¿Cómo? En coche, tienes un parking justo a la vuelta del teatro. Si no, trata de aparcar por Leganitos y calles colindantes.
-¿Cuánto? A partir de 12 euros. Ojo a los portales de descuento que pueden contener alguna oferta, como un 4x3.
Jesús Clemente Rubio