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MUNDUS: El Nobel de Urbanismo se llama Bilbao


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España, único país con el que me atrevería a cerrar los ojos y dejar que el azar guiase mi dedo hacia el próximo destino. No os equivoquéis, hablaremos de multitud de pequeñas escapadas y vacaciones de larga distancia, pero siempre con el guiño que merecen nuestras tierras. Por eso es justo dedicar la primera reseña mundus (mundo) al norte. Gastronomía, tradición y vanguardia se dan la mano en… Bilbao.

Problemas de repostaje, servicio posventa e incluso pulgas en los aviones aparte, Ryanair sigue siendo un referente en vuelos de bajo coste. Con una oferta de 8 euros por trayecto, por 32 euros ida y vuelta hemos viajado a la capital vizcaína en apenas 50 minutos. Del aeropuerto al núcleo urbano nos separa algo menos y un autobús,  que encontrarás justo enfrente de la salida de la terminal, se encarga de cubrir dicha distancia por poco más de 1 euro y medio y realizando tres paradas estratégicas.
Peatón y estómago satisfechos
Escogimos la de Plaza Federico Moyúa, o Moyúa directamente para los locales, ideal para un primer contacto con Bilbao: no es la ciudad fría, gris e industrializada que cuentan las lenguas, ahora ya sabemos que malas; tal es la transformación que ha sufrido la ciudad que sus reformadas y coloridas fachadas y sus peatonalizadas avenidas recibieron en 2010 el World City Prize, algo así como el equivalente al Nobel de Urbanismo. Incluso su eterno alcalde Iñaki Azkuna, símbolo de la unión y continuidad de un pueblo que conserva magistralmente cultura y tradición vascas, logró el galardón a mejor regidor del mundo el pasado año.


Las calles bilbaínas destacan por su
colorido y limpieza.
Quisimos asomarnos un poquito más a esa tradición, por lo que tras dejar las cosas en el Hotel Vistalegre (correcto, 87 euros dos noches en habitación doble, pegado a la plaza de toros homónima) nos dirigimos al Casco Viejo, cruzando previamente y por primera vez la Ría de Bilbao o Ría del Nervión. Allí nos esperaban las siete calles (Zazpi Kaleak), sin duda el enclave bilbaíno con más encanto y atractivo. En él se suceden los locales y servicios que resisten al tiempo y la globalización gracias al duro trabajo de sus dueños y la fidelidad de los vascos a su negocio “de toda la vida”. Obviamente, destacaré aquél donde comimos, ubicado en la calle Somera: Ariatza. 11 euros por un guisado de patatas con conejo, un solomillo tan tierno que bastaba una mirada rebosante de gula para trocearlo, pan, bebida y postre. Todo ello rematado por un local de primera y un servicio amable y cercano. Como todo en esta ciudad, no cometáis el clásico error de equiparar las distancias en Madrid a otras urbes y capitales de provincia… Bilbao es una ciudad cómoda e ideal para el peatón.

Puente de Zubizuri, obra de Calatrava.
Escucha entonces a tu estómago y mira al cielo. Si tienes permiso del txiribiri, obligado el paseo a la ribera del río para una turística digestión, abandonando el Casco Viejo por el norte. Antes puedes dedicar cinco minutos y un vistazo rápido a la Catedral, al mercado de San Antón e iglesia de idéntico nombre y la Plaza Nueva.

 En pocos metros estarás enfrente del Ayuntamiento, más discreto que nuestro Palacio de las Telecomunicaciones, pero matizado acertadamente con una escalinata cuyo quinto escalón marca la altura oficial de Bilbao (ánimo y saca una foto desde dicho punto, aunque sólo sea por el dato) y una estructura metálica semejante a un globo terráqueo hueco. Referencias a la igualdad, la justicia y a López de Haro, fundador de la Villa de Bilbao, ornamentan la fachada del Consistorio.

Juez y "p-arte"
Con el curso del río convertido en guía, seguimos hasta el puente Zubizuri, sello indiscutible de Calatrava, que rompe la estética clásica de la parte en la que nos encontramos y adelanta la que nos espera al otro lado, con el Guggenheim al fondo. Sin embargo, será por el puente más cercano al museo por donde cruzaremos, ya que goza de suficiente altura como para apreciar la inmensa mole acristalada -en realidad es titanio- que juega y retuerce formas imposibles.

Bilbao confirma su transformación urbanística en 1997, con la llegada del Guggenheim.
Símbolo del salto cualitativo y vanguardista de la ciudad, el Guggenheim presenta en su fachada un resumen del interior: arte sorprendente de lejos por sus espacios, impactante de cerca por su estética y atractivo. Te guste o no el arte contemporáneo (Thyssen y Reina Sofía en Madrid, por ejemplo), la galería justifica lo que cuesta, aunque no olvides que se trata de una belleza más interpretativa que objetiva. Si te animas a ser juez y parte del arte, del 19 de marzo y el 8 de septiembre, tendrás acceso además a la exposición temporal “El Arte en Guerra”, con obras de Pablo Picasso, entre otros.


Curvas y colores visten el museo.
Vuelta al hotel con parada en la Alhóndiga, antiguo almacén de vino y provisiones transformado actualmente en espacio comercial, multicultural y lúdico.



"Colgados" de Portugalete
La UNESCo se rindió al 'Puente Colgante'
de Portugalete.
Dividiendo el plano urbano en dos, el primer día dimos cuenta de la mitad este de la ciudad…por lo que sólo quedaría el oeste. Error. Nunca olvidéis dedicar tiempo a la periferia del lugar que visitéis, da igual París o Girona. Es apuesta segura. En nuestro caso, optamos por Portugalete, alcanzable en tren hasta la parada homónima y previa compra de la casi extinta Creditrans. Por 10 euros, 2 personas pueden ir y volver, montar en la “atracción” que allí aguarda y sobrará para regresar al aeropuerto el día de tu partida.

Por cercanía al hotel y desobedeciendo el consejo de la recepcionista cogimos el tren en la estación pegada al nada recomendable barrio de San Francisco, bajando en la parada de Portugalete. Pueblo coqueto, tranquilo y cuidado al detalle, acoge el transbordador más antiguo del mundo que comunicaba antiguamente a la burguesía con otro municipio, el de Guecho, en concreto con el barrio de Las Arenas.
Pintxos por 1e en Las Arenas.
Si bien no es la atracción más emocionante que he probado, la originalidad del transporte –el Puente Colgante se encarga de desplazar la primera barca que he visto en movimiento sin tocar el agua- y la inclusión del precio en la Creditrans lo convierten en indispensable. Eso opina al menos la UNESCO, que lo declaró Patrimonio de la Humanidad. Además, el barrio de Las Arenas alberga tabernas y bares con económicos pintxos. El viaje de vuelta, en Metro hasta San Mamés, resulta menos duro con el estómago lleno.
Añade miles de personas a esta estampa
y tendrás un día de partido.

Días de fútbol
“La Catedral” del fútbol, pobre en estética –ya veremos el nuevo estadio- y rica en historia del deporte rey, goza de un marco incomparable en días de partido. Una de las arterias que parten o llegan a San Mamés se atiborra de gente que atesta los innumerables locales de pintxos, txakolis –vino blanco- y demás gastronomía vasca. ¡Cómo no amar el fútbol o la hermandad y fiesta que de éste derivan! Si pese a todo detestas el 11 contra 11 y tan excelente ambiente, siempre podrás acercarte al parque Casilda Iturrizar, al norte del estadio, así como al Palacio de Congresos Euskalduna y puente homónimo. Sea como fuere, la calle Licenciado Pozas ha de ser principio y fin de tu sábado bilbaíno.

Te hartarás de oír agur (adiós), no por el euskera, curioso, histórico y parte de las culturas vasca y española, sino porque cuesta despedirse de lo bueno. Y Bilbo lo es, aunque a tu regreso mientas como el resto y hables de una ciudad fría, gris, industrial y tosca. Cierta bilbaína me dijo que quizá se trate de una estrategia local para sorprender aún más al turista, hallador de la ciudad que soñaba y no esperaba, de la urbe que pintxa y duele… dejar. Laster arte, Bilbo, ¡hasta pronto, Bilbao!


P:D: La información contenida en esta reseña retrata una experiencia de primera mano, pero no constituye todo lo que se puede o se debe hacer en tu visita. Si deseas más información de índole turística o datos e imágenes concretas, por favor déjanos comentario y te responderemos lo antes posible. ¡La suma de nuestras experiencias es la mejor de las crónicas!


otiuMMaximus

- Licenciado Pozas y San Mamés en días de partido.
- Paseo nocturno por la ribera del Nervión.
Mira detrás del Guggenheim.

otiuMMenester

- Restaurante Ariatza: 11e menú del día L-V. Calle Somera esq. Calle Ribera.
- Guggenheim: 11e entrada normal, 6.5 reducida (estudiantes y jubilados) y niños gratis. M a D de 10 a 20 horas. Lunes cerrado.
- Gastos logísticos: Creditrans 10e, Ryanair 16e i/v, hotel Vistalegre 49e dos noches. Total por persona: 75e.


Jesús Clemente Rubio