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Monasterio de Piedra: Recorre 800 años en un día

Fotos: otiuMMadrid realizadas con Xioami Mi A1

Pocas veces repetimos destino porque el mundo es tan ancho y largo que no basta una vida. Pero hay escapadas que merecen ser completadas una y otra vez por cercanía, por belleza de contenidos y porque posee atractivo turístico los 365 días del año y, e manera más específica, virtudes asociadas a cada estación. Prueba de todo lo dicho no será la presente reseña, que también, sino las dos visitas anteriores que puedes leer aquí y aquí. Aunque también mencionaremos otros servicios del destino, porque vuelven a brillar y a completar la experiencia, sirvan estas líneas para ensalzar un enclave que cumple 800 años y que, esperemos, siga otros tantos maravillando a la Humanidad.

Cataratas, sinuosos caminos con verde
decoración y NATURALEZA te esperan
en el Parque del Monasterio.

Hablamos, pues, de un lugar mágico. Sólo la magia puede explicar que pronósticos de todas las fuentes posibles nos avisasen de un sábado oscuro y nublado y un domingo igual pero añadiendo lluvia y, a medida que nos íbamos acercando a Nuévalos, desaparecer todo rastro de agua y nube hasta alcanzar un cielo primaveral rematado por un domingo extraordinario. Como si supiera de nuestra visita -y la de decenas de personas en el que fue un fin de semana de lleno absoluto en varias actividades y servicios- el Monasterio de Piedra lució sus mejores galas tanto en parque como en el propio edificio -las visitas guiadas, de 40 minutos, son imperdibles por guía y por historia-, además del hotel, los restaurantes y bares y el SPA.

Cuanto más visitamos el parque, más nos gusta. El paseo premia
con vistas imperdibles.
El resultado fue un paseo sobre el que a estas alturas poco tenemos que añadir, salvo que sin presentar frondosos árboles y con la hoja caída ya recogida conserva la atmósfera que recuerda a todo urbanita lo fantástica que es la naturaleza. Con sonidos de cataratas, más o menos pronunciadas, siempre presente, el juego de tonalidades marrones, verdes y amarillentas y un descubrimiento que nunca habíamos presenciado, la actividad programada del vuelo de aves rapaces, el Parque sacó pecho y confirmó su necesaria visita para todo aquel ingenuo que se pregunte dónde ir en su tiempo libre en Madrid. Exploración OBLIGADA y que bien puede culminar con un premio para el cuerpo y otro para el estómago. 


La luminosidad de las habitaciones es sólo una de sus virtudes.
El primero, el SPA, que sigue tan en forma como cuando lo conocimos con unas instalaciones mimadas y que miman, un personal tremendamente cualificado y una carta de servicios que estrena packs y rituales. 


La crema de marisco goza de una presentación a la altura de su sabor.
El segundo a través del Restaurante Reyes de Aragón, en el que las cenas bien a la carta bien bajo menú (24 euros, incluido en la media pensión del hotel) siempre cuentan con variedad y algunos platos de gran calidad. Respecto del hotel, tenemos que volver a destacar la luminosidad y amplitud de unas habitaciones -especialmente las de la tercera planta- de inmejorables vistas (al propio Parque). 

En el restaurante Reyes de Aragón varían la carta de la media pensión constantemente pero, desde aquí, hacemos
un llamamiento a no retirar el pedazo de postre basado en el famoso bollo Pantera Rosa. Impresionante.


Sí os podemos aportar, además de engrandecer nuevamente el destino, otro enfoque: el familiar. Acudimos con bebé y carrito y, además de que la cuna que nos incorporaron a la habitación era enorme y cómoda, el paseo (mejor sin carrito) por el parque fue algo memorable. 


El mejor primer contacto de tu bebé con la verdadera naturaleza.
Mientras que en la ciudad es raro que la niña no se aburra o acabe hartando de tanto ruido y polución, aquí estuvimos dos horazas con ella en brazos -ideal por si quieres fotografiarla de vez en cuando, para no depender de las "ataduras" del portabebés- y fue a través de sus expresiones y ojos donde redescubrimos la majestuosidad de una naturaleza que calma a las "fieras" y asombra hasta al que aún se supone que carece de dicha capacidad.  
El Parque propone multitud de rincones que, aún sin verde por la época del año, poseen gran encanto.
Y más en familia.
Si todo ello lo culminas en la terraza del bar, al sol y en pleno inicio de marzo, el resultado es una escapada redonda y que satisface al padre, a la madre, al turista, al viajero... al ser humano.


*Todas las fotos, salvo la última han sido realizadas por otiuMMadrid con un Xioami Mi A1, retocándolas en luz, sombras y color y sin emplear ningún tipo de filtro pero sí programa de edición en PC para ello.

Jesús Clemente Rubio