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Real Madrid 3 - Espanyol 0: El Madrid resintoniza la BBC

Lamiéndose las heridas salió el Real Madrid al campo ante un Espanyol que a la postre sirvió de bálsamo para la negativa racha blanca. Pese a encajar goles, todos los ojos miraban arriba, a la esencia del fútbol; al gol. El tridente ofensivo merengue no era más que un inofensivo tenedor venido a menos y las esperanzas pasaban porque la BBC volviera a sintonizar. Y así fue.


James culminó una jugada
de libro.

Porque Ronaldo bajó en el minuto 16 un largo y difícil balón, al primer toque y raso, de esos balones que en los entrenamientos uno se relame antes de pegarle con todo. James no rompió el cuero pero sí le dotó de la suficiente potencia y colocación para batir a Kike Casilla, agradecer la magnífica asistencia del portugués y, de paso, colorear el ataque blanco. El brillo del ataque sacaba a relucir la opacidad del centro del campo: el Madrid padece de Modricitis y desde que se fue el croata la circulación no ha vuelto hasta el minuto 30 de este último encuentro. Poco dijo la defensa pues fue tan escaso el ataque españolista que no necesitó elevar la voz la última línea madridista que, por cierto, claramente evocaba que Ancelotti piensa en la Copa.

Era cuestión de minutos que el segundo llegase ante tanta acometida blanca - sin tino en los metros finales o en el último pase- y semejante parsimonia catalana... y fue de la parsimonia sin embargo de donde nació el segundo gol. Balón parado, tres zancadas atrás, y Gareth Bale bota un tiro libre directo que encontró en el palo izquierdo de Casilla más amigo que rival, pues el rechace fue dentro. Con Benzemá intentándolo de lejos y cerca, Cristiano entregado a las asistencias y Bale irregular aunque más insistente que otras veces el Madrid resintonizaba la BBC más tarde que pronto, y unos y otros marcharon a los vestuarios.

Su golazo de falta sólo fue empañado
por empacharse de balón en jugada
clara.
Un par de avisos del conjunto dirigido por Sergio González abrieron la segunda parte, si bien fue a los seis minutos cuando el Bernabéu enmudeció: un balón dividido derivó en jugadores rivales -Coentrao y Cañas- deslizándose hacia él y un temido resultado: durísimo golpe dado y recibido por ambos. El silencio pasó al máximo griterío: el árbitro no sancionó a Cañas, que llegó tarde, y sí a Cristiano y Ancelotti por pedir la amonestación. Sólo un hecho acalló momentáneamente la ira merengue: la salida de Nacho en sustitución de James y, poco después, Benzemá por Illarramendi. No se la quería jugar el técnico italiano.

Y entonces... todo cambió. Porque el Madrid vive de la tensión constante, del pie de guerra, del movimiento. Cabalgando Isco secundado por Benzemá antes de su salida o Bale, insistiendo ambos en triangular con Cristiano en lugar de finalizar la jugada, pronto encontrarían recompensa bien en el Balón de Oro como voraz vértice bien comiéndose lo que guisaban. 

Lo malo es que Bale eligió de manera pésima el momento en el que hacer de Juan Palomo; minuto 27, corren prácticamente solos CR7 y él y decide jugársela en lugar de dar el pase de la muerte -y estocada definitiva para el Espanyol, por cierto-. Sí, experimentáis lo que se llama un Deja Vu con aquella jugada que pudo sentenciar al Valencia y en la que era Benzemá el que corría codo con codo con Bale. Hay sectores del Bernabéu que no perdonan la reincidencia pero los Ultras fueron listos: arrancaron aplausos con cánticos de ánimo al galés y todo solucionado. El Madrid necesita unidad, pues es ahí donde reside su fuerza.

Decía que con la entrada de Nacho el Madrid ofreció su mejor versión y, para muestras, un botón creado en la cantera anteayer. El comodín defensivo finiquitó otra jugada de bella factura, puso el 3-0 final y atisbó el retorno del mejor Real... El jueves dictará sentencia.

Jesús Clemente Rubio