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St. Vincent: Un santo bebedor y jugador

Cuando el cine es independiente, como un medio de comunicación, puede hacer y decir lo que quiera, como quiera y cuando estime oportuno. Semejante libertad, a menudo, resulta en infumables películas metafísicas que tratan de redescubrir la vida a través de la muerte, enfocan el amor desde un plano casi astral y poco creíble o, simplemente, se centran en el volar de una hoja desde el árbol hasta su ataúd asfaltado. 

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Por eso me ha encantado St. Vincent y por eso creo firmemente que su nombre sonará en los Oscar: tiene un antihéroe corriente, del que podríamos tener como vecino; unas circunstancias penosas que, al fin y al cabo, quien más y quien menos las ha tenido alguna vez; una vida tan pusilánime y ordinaria que resulta fascinante. 

Oliver ahondará en las circunstancias de Vincent.

Vincent (Bill Murray) es un hombre que poco o nada parece tener en la vida; de hecho, cada minuto la empeora ahogándose un poco más en una ciénaga de problemas, apostando, bebiendo alcohol... matándose. La llegada de Oliver (Jaeden Lieberher) a la casa de al lado ni mucho menos le salvará como en otros manidos argumentos, simplemente servirá al espectador para descubrir el "origen de la criatura", factores que exprimen la maldad de Vincent y te hará preguntarte si es posible, llegados a cierto punto en la vida, generar un espacio de alegría y color en una vida podrida de negatividad. 

Las interpretaciones son excelentes; debo reconocer mi debilidad por Bill Murray desde que siendo infante engullía cada año "Los fantasmas atacan al jefe", "El día de la marmota" o "Cazafantasmas" o, más actualmente, el para un servidor bodrio "Lost in translation" en la que él, de nuevo, está brillante. Y lo está porque siempre son papeles del pasota retraído, parco en palabras pero que apuñala cada vez que abre la boca y perpetuo gesto de desidia y dejadez que te hace reír cuando está serio y sonreír cuando él lo hace. 
Los secundarios son a cual mejor. Watts y McCarthy gozan de historias propias.
Rodeado de unas estupendas Naomi Watts (imperdible su acento polaco) y Melissa McCarthy que gozan, exploran y protagonizan su propia historia repleta de matices e incluso no devora a Liberher cuando comparten plano. Es más, la fórmula resulta gracias a unos planos propios de Los Simpsons, Padre de Familia o comedias también no animadas, de los que sacan la sonrisa por "el cuadro" que uno se encuentra y que, una vez más, si te paras a pensar en tu propia vida no te resultará tan descabellado.

No le juzgues; mírate antes.
El argumento puede deslucir al resultar familiar con respecto de otros; el arisco salvado por la bondad del resto. No caigas en los prejuicios y comprobarás que al adentrarte unos minutos en el film éste no resulta igual que aquéllos; normalmente tenemos un perfil de viejo avaro, adinerado o altivo que no se corresponde con la bajeza de Vincent. He ahí su superioridad: resulta ser un hombre corriente cuyos métodos de lucha contra las circunstancias que le ha tocado vivir no son cómodos ni aceptables a simple vista. Por eso a veces es mejor no juzgar lo que se ve y mirar no con los ojos sino con el corazón; hallarás entonces que incluso alguien tan mezquino, cruel, gruñón y suicida como Vincent poco tiene de humano pues hace tiempo que es santo. 

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- Sonará en los Oscar y si no me desdeciré... de momento es candidata en los Globos de Oro al menos en la categoría de mejor actor.
- El debutante Theodore Melfi firma guión y realización. Menudo estreno.
- Lo bueno que tienen las películas modestas en Estados Unidos es que si pegan el pelotazo, se hacen de oro: costó 13 millones de dólares y lleva recaudados 43.

Jesús Clemente Rubio