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Veranos de la Villa´14 El Señor de las Moscas: ¿Somos malos por naturaleza?

William Golding fue uno de tantos que en lugar de culpar "a los de arriba" de tanta guerra y conflicto, bajó la mirada hasta su propio ombligo, percatándose de que todos llevamos el mal en nuestro interior. Así lo dejó claro "El Señor de las Moscas", un lujazo de novela que sigue la evolución de un grupo de niños que, abandonados a su suerte en una isla debido a un accidente, exploran las diversas facetas sociales del ser humano, postulándose a favor de aquella escuela que habla de que es la sociedad la que corrompe al hombre. Tenga o no razón Golding, una cosa es segura, y os lo digo con la concha en la mano: los chicos de "La Joven Compañía" han hecho un trabajo exquisito con esta adaptación teatral. 

Aunque el Conde Duque merece y tendrá un capítulo aparte para lo que han hecho este año en su patio, ataviándolo con una atractiva y coqueta terraza similar a un campamento bélico y militar con trincheras y todo, esta vez es su espacio cerrado el que es digno de aplauso. No te preocupes, no te costará llegar hasta él pues ya desde la entrada miembros de "La Joven Compañía" estarán esparcidos por todo el recinto para que no te pierdas en tu aventura de llegar a tu butaca. Las sonrisas y dedicación iniciales predisponen a uno a disfrutar del espectáculo, pero bien es sabido que la calidad interpretativa ha luego de dar réplica al trato y servicio.


Antes de comenzar, la Comunicación de la compañía avisa: estás ante un elenco de entre 18 y 25 años con diferentes perfiles y aptitudes como actores pero una cosa común: su pasión por las tablas, su amor por el teatro. Cuando uno siente esa vocación, basta mucho trabajo y una pizca de talento para llevar lo que se proponga a lo más alto. Tras una hora y media, os aseguro que "La Joven Compañía" lo ha conseguido, y os explico por qué.

"El Señor de las Moscas" es uno de esas perlas literarias tan bien diseñadas que pese a dibujar a la perfección la situación, los protagonistas y escenarios, es capaz de dejar al lector su espacio personal para que remate y llene de matices la escena. Con lo cual estamos ante una obra que se alimenta enormemente de nuestra imaginación por lo que, cuando a uno le obligan a una versión de los hechos, como por ejemplo en esta obra, siempre teme encontrarse con algo bastante distinto -y peor- que lo que su imaginación le chivó.

Creedme cuando os digo que cada personaje, rincón del escenario y acontecimiento le hace a uno olvidar la obra salvo, lógicamente, la trama; "La Joven Compañía" ha apostado por una puesta en escena fiel a la obra -salvo minúsculos detalles- pero profundizando aún más en cada personaje, copándolo de rasgos intrepretativos, emociones y reacciones. Para eso está el teatro; no para traicionar un escrito, sino para engrandecerlo y ensalzarlo. De Piggy a Jack encontramos una notablemente diversa evolución del niño que llegó a la isla y el que más tarde la abandona, donde uno descubre en la palabra su valentía; donde el otro sigue el camino de la violencia para conseguir sus propósitos. Todos siguen siendo niños, con inequívocos gestos y manías propias de los infantes que, pese a adquirir una naturaleza dispar una vez se suceden los días en la obra, no pueden -ni quieren- ocultar. Excelente trabajo del director en este punto (impecable el trabajo de José Luis Arellano), claro, pero soberbio el de los actores.

¡Ay, los actores! Cuánto talento tenemos en España "de tapado", del que no recibe cientos de miles de euros en Marketing y, sin embargo, vale mucho más que aquél. Todos, sin excepción -aunque el párvulo habrían de introducir algún elemento más característico para identificarlo como tal pues, si alguien no se ha leído la obra, le costará un rato percatarse- traen trabajado su personaje, pero es que da la sensación de que lo remachan y mejoran a cada minuto que transcurre la obra. Jack es y será siempre mi favorito por su asalvajada humanidad y su infantil madurez, pero Ralph merece un guiño por navegar constantemente entre dos aguas sin hundirse en ningún momento de la obra.

Y concluyendo con la obra en sí, qué decir de la novela de Golding. Una bofetada en la cara a los que en su día -y a día de hoy- reniegan de su clase política y autoridades y que, bastaría cierta circunstancia y panorama específico para asomarse a su verdadera naturaleza. Ésa que sale a relucir cuando las cosas van mal, cuando uno lucha por la supervivencia, cuando el todo vale, auspiciado por un mandato divino o supremo. Derroche de simbolismo, símiles y metáforas (concha - democracia, dictadores  y "mandados", los inocentes y los daños colaterales, la divinidad que todo lo justifica...). La pregunta es ¿llegado el caso, seríamos todos como Jack? Peor aún, ¿cómo Roger -símbolo del soldado nazi que acató órdenes sin contemplación alguna y luego se escudó en que "era un mandado"-? ¿Inventaríamos un Señor de las Moscas al que alabar y en nombre del cual cometer todo tipo de atrocidades? ¿Conservaríamos nuestra humanidad a lo "Piggy" o nos convertiríamos en "La Bestia"?. He aquí la magia de "El Señor de las Moscas": nos recuerda que, para encontrar las respuestas, a veces hay que hacer las preguntas correctas.



otiuMMaximus

Alejandro Chaparro, Víctor de la Fuente, Samy Khalil, Jesús Lavi, Alberto Novillo, Raúl Pulido, Álvaro Quintana, María Romero y Álex Villazán. Jóvenes y excepcionales. "La Joven Compañía" debería añadir a su nombre adjetivos como talentosa. 
- El respeto al texto original, salvo el final, algo menos explícito que el de la novela.
- La puesta en escena... cuánto se puede hacer con muy poco.

otiuMMenester

- ¿Dónde? Teatro de Conde Duque. Conde Duque 9, 11. Madrid. 91 480 04 01.
-¿Cuándo? 16, 18, 23 y 25 de julio a las 20 horas.
-¿Cómo? Metro L10 (Plaza de España). En coche intenta aparcar en la misma Conde Duque o paralelas.
-¿Cuánto? Desde 8 euros.