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Fallece Di Stéfano: El mejor jugador visto sobre el césped del Bernabéu

Os contaré algo que no recoge el excelente documental de Canal+ "Di Stéfano: de pibe a leyenda". En el ya eterno en mi memoria viaje a Lisboa, uno de mis compañeros en el tren inició la inevitable charla histórica del Madrid. Os hablo de un hombre de 40 y muchos que en su haber, amén de la a la postre Décima, ha visto ganar al Real en vivo la Séptima y la Novena, con el zapatazo de Zidane. "Auténtica magia" decía de él, no por aquella afortunada jugada, sino por toda la temporada que su condición de abonado le permitió a la hora de valorar al astro francés. Sin duda el mejor jugador que él ha visto sobre el césped del Santiago Bernabéu, dijo, y yo no pude más que asentir ante tamaña experiencia de primera mano de un auténtico amante del fútbol -sin irracionales argumentos y apoyos propios del ultra-. Aunque un servidor recuerda también con cariño otros virtuosos del balón como Michael Laudrup, única autoridad que respetaba en mi tierna y rebelde adolescencia, tuve que rendirme a la figura de Zizou y el conocimiento de los que estaban aquí antes que yo, especialmente de aquellos que disfrutan el fútbol con mayúsculas, de cerca, en los estadios, donde se aprecia la velocidad y potencia real de los portentos de la Liga. Así que guardé silencio, pues la conversación parecía no tener sentido continuarla... 


"Único, irrepetible"
Mi sorpresa llegó con que fue él mismo el que se desdijo: "pero sabes Jesús, no siempre fui abonado del Real Madrid. Como tú, yo también fui un niño que prestaba atención a cuantos -por aquel entonces afortunados- asistían al Chamartín, aún no Bernabéu, y volvían hinchados no de comida, pues hambre se pasaba, sino de orgullo de ver un espectáculo "único, irrepetible" decían. Los años pasaron, yo crecí y ellos también; eran ellos los que se quedaban en casa mientras yo iba al estadio, y volvía deslumbrado con los Camacho y Santillana, Hugo y Butragueño (toda la Quinta), Laudrup y Zamorano, Mijatovic y Suker, Ronaldo y, claro Zidane. Era mi turno de pavonearme y decir: "qué, hablabais de lo inimitable e irrepetible y mirad que puñado de estrellas" y ellos sonreían, meneaban la cabeza toda vez que la agachaban para, cuando volvían a levantarla, insistir: "te lo digo hijo (o nieto), irrepetible. Alfredo Di Stéfano ha sido lo más grande que le ha sucedido a este club, escudo y deporte. Nunca vi nadie como él, y como él no volverá a haber otro". 

Por unos minutos, olvidé que iba camino de la posible Décima. Si por algo se ha de respetar a nuestros mayores es por lo que saben, y lo que saben bebe de lo que han visto: ellos vieron a Di Stéfano, y Di Stéfano todo lo veía sobre un campo. Peligroso y certero como la saeta que le dio nombre, rubio hasta que los años se lo permitieron. Por más que le veo jugar en viejo material audiovisual, no logro adivinar ni la milésima parte de lo que nuestros mayores tratan de decirnos sobre él así que, si me permitís, simplemente me alegraré porque se haya ido siendo uno de los artistas más reconocidos de la Historia. Pero no sólo de la futbolística. De la Historia GLOBAL.

El artista más reconocido 

Porque como sabréis, el ser humano tiene la maldita manía de reconocer el talento una vez nos lo arrebata el tiempo -la muerte-, no antes. Incluso la muerte le llega a algunos, precisamente, por esa carencia de palmaditas en la espalda que, una vez en la sepultura, llama a su puerta (John Kennedy Toole, premio Pulitzer por "La Conjura de los Necios"). Sin embargo, Di Stéfano vio como el avión del Real Madrid tomaba su apodo como nombre; fue nombrado Presidente de Honor del club que lo encumbró; una de las salas del Bernabéu, incluida por cierto en el Tour, está dedicada a sus logros futbolísticos; recibió el máximo galardón otorgado a un futbolista ("el Superbalón de Oro") imponiéndose a leyendas como Cruyff y Platini; vio ganar a sus dos Selecciones el Mundial; y, quizá el mejor tributo por encima de todos, vio al Madrid levantar la Décima -yo también así que ¡Gracias, Vieja!-. 

Porque sin las cinco logradas gracias a los goles del argentino quizá estaríamos hablando de la tercera, de la cuarta... o quizá de ninguna. Y para las futuras generaciones, una canción para el recuerdo, su recuerdo, el único futbolista mencionado en el nuevo "himno" del madridismo: "...ya corre la Saeta ya ataca mi Madrid...". 

 Cuando el fútbol sólo era fútbol, un futbolista dejó de ser sólo futbolista para convertirse en un Dios sin necesidad de multimillonarios contratos, en alguien "único, irrepetible". La pelota seguirá rodando, pero jamás lo hará con la velocidad y precisión de una saeta. Adiós Saeta Rubia. Adiós Don Alfredo. El fútbol le echará de menos pero no se preocupe, su Historia -más grande que cualquier leyenda- está a salvo con quienes disfrutamos con este bendito deporte.


Jesús Clemente Rubio