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El Buscón de Quevedo: Una hora de pillaje con Don Pablos


Quevedo dominaba la pluma casi tanto como la lengua, y ellas dos fueron las mejores armas en muchas de sus batallas pero también el origen de éstas. Escaramuzas y enfrentamientos aparte, lo que nos queda de aquel talento es un río de tinta y palabras encajadas con la maestría de cualquier escritor, vestidas con la ironía, el sarcasmo y la doble intención que sólo Don Francisco podía hacer. De aquella España, sin embargo, nos queda aún todo: una sociedad dividida en clases bastante distanciadas entre sí, como prueban sus bolsillos; las argucias de los plebeyos para crecer a costa de los de arriba y la altivez y vista gorda de éstos ante lo que sucede allá abajo.
Es la vida del
buscón Don Pablos la vida del pícaro, destinado a tramar constantemente y tratar de sacar provecho de situaciones que siempre acaban volviéndose en su contra, devolviéndolo al lugar al que pertenece, como si el estómago vacío no fuera suficiente castigo.


Jacobo Dicenta borda al pillo del siglo XVII...
y también al del XXI.
Y el pícaro llamado a confluir ambos siglos, XVII y XIX, se llama Jacobo Dicenta, extraordinario en su puesta en escena por todo: gestos, caja de voces, entonación, expresividad. Un auténtico Don Pablos que tuvo a bien ponerse bajo la batuta de Daniel Pérez, quien se ha mostrado muy fiel a la versión original. Hasta hay quien hizo el amago entre el público de "echar a rodar los dineros" hacia quien encarnaba al buscón, convencidos de la veracidad de su historia, emocionados por la dureza de los hechos pero, por encima de todo, compungidos por sentirse tan cercano en pleno 2014 hacia quien padeció los mil seiscientos "y pico". No obstante, todos hemos tenido un "licenciado Cabra", un Diego Alonso... y claro, una doña Ana.

Dulcinea rompe o acompaña con talento la acción.
Aunque muchos pueden recordar quizá otros pasajes, los expuestos en la obra trazan un excelente recorrido por los pormenores de la vida del Buscón, desde su "menos" tierna infancia hasta su inmadura madurez, y lo hace con tal ritmo y escenificación que los bostezos quedarán fuera de lugar, y las ganas de aplaudir contenidas una y otra vez. Tal es su dominio de texto y personaje que se permite acentuar las entonaciones, intercambiar los timbres de voz según qué personaje, contagiarnos a todos de la pesadumbre del Buscón. No se puede obviar, sin embargo, que al final es sólo un actor ocupando todo un escenario, y por ello el papel  de Dulcinea Juárez, introduciendo hermosos -como ella- acordes y breves melodías entre o durante alguno de los pasajes, es crucial para mantener activo al espectador y reclamar siempre con intensidad la atención.

Prepárate para una hora de plausible interpretación de Dicenta.
Es bien sabido que para uno conocerse mejor ha de investigar su entorno y su pasado; el Buscón hizo dicha tarea en el siglo XVII y, desafortunadamente, parece en  más de una ocasión que el retrato que ofrece es el actual. Porque como exclama Quevedo a través de su personaje y éste por boca de Dicenta, los problemas no desaparecen por mudar de lugar -ni de tiempo-, sino de costumbres.


otiuMMaximus

- Algunos pasajes de Quevedo adaptados perfectamente por Daniel Pérez. "Y comieron todos... y no comió ninguno".
- El talento de Dicenta. Una hora de texto y casi única presencia sobre el escenario sin aburrimiento, con dinamismo y calidad.
- El toque barroco del laúd y la guitarra.

otiuMMenester

-¿Dónde? Teatro Infanta Isabel. Calle Barquillo, 24. www.gruposmedia.com
-¿Cuándo? Martes a las 20:30 horas. Hasta el 29 de abril de 2014.
-¿Cómo? En coche puedes intentar aparcar en la misma calle barquillo y colindantes. Hay un parking público cercano. En Metro, Chueca (L5).
-¿Cuánto? Desde 20 euros.

Jesús Clemente Rubio