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Real Madrid - Málaga: Moratas y Cristianos


Lluvia de agua y goles vaticinaban los pronósticos en el retorno liguero tras el parón de selecciones. Tan gris como el cielo había sido el juego blanco en los últimos partidos y afortunadamente, al igual que éste, fue poco a poco acallando las voces más críticas y negativas y dejando asomar la luz del sol. Ancelotti cambió de Baraja debido a la lesión de Benzemá y se sacó un as de la manga: Morata. Junto al canterano, otros cinco españoles en el equipo titular, incluyendo a Carvajal dispuesto a abrir su banda tanto como Marcelo en su regreso al lateral izquierdo.


Con la verticalidad y plantilla titular patria como carta de presentación, el Madrid sorprendió desde el minuto 5. Antes estuvo a punto de hacerlo el Málaga, tardarían 36 minutos más en crear otra ocasión. Decía que los merengues sorprendieron porque al fin trazaron el boceto del que podría ser su nuevo estilo de juego, el "toca y vete" que oímos en los entrenamientos de juveniles. Toque sensato y justo del balón como mucho hasta la mitad del campo contrario y, a partir de ahí, balones entre líneas para que, con un par de pases, llegue el tiro a puerta.

Como veréis, escenario perfecto para la agilidad y habilidad del antaño irregular Di María y que partido a partido está estableciendo el notable como nota media. Desborda con el balón, se lleva a defensas y abre campo sin él y apuñala constantemente el costado derecho del Málaga que, cuando va a taponar la herida, saca las vergüenzas al izquierdo. Eliseu y Antunes evitaban mirar a su izquierda por si venía el coco. Pese a las incursiones de Di María y Carvajal por la derecha y algún susto de Marcelo, de nuevo Cristiano cogió la batuta del peligro. Quería una sinfonía rápida y corta, por lo que el primer disparo claro de que dispuso desde fuera del área lo estrelló en el larguero. A partir de ahí, las demás las detendría un portero con nombre de artista, Willy Caballero. Hasta cinco balones le sacó al portugués, que necesitó dichos remates, 92 minutos y un penalty para batir al guardameta malaguista, algo sólo conseguido minutos antes (46´) por Di María nada más comenzar la segunda parte, aprovechando que el cancerbero se metía otra vez en el partido. "Perdón" decía Cristiano a la afición obcecado en sus errores... olvidaba el internacional luso el otro gran papel que tuvo sobre el campo: la inspiración.

Willy Caballero fue una pesadilla para el ataque blanco.
Porque más que por guapo, rico y famoso, Cristiano es modelo por su arrojo, búsqueda incesante del gol y la mejor jugada, el desequilibrio, el desbordamiento... en definitiva, lo que se le pide a uno de esos muchachos "que tantos millones ganan por correr detrás de una pelota". Verle en acción es fútbol en estado puro y, al igual que a uno se le pegan cosas de con quién duerme, a Morata le ha contagiado el trabajo y el espíritu sobre el terreno de juego. El resto lo pone un canterano que, indudablemente, desde la cuna lleva dibujado el escudo madridista en el corazón.

En el minuto 8 Morata tenía posible tiro, pero eligió asistir a Ronaldo. Fue la primera, por cierto, que le detuvo el argentino al portugués. En el 21, con media docena de tiros entre Di María y Ronaldo, Morata continúa asistiendo, ofreciéndose, buscando el balón o a un defensa, igual daba, el caso es, si no creas peligro directo, molestar, distraer, ejercer como delantero centro vaya. Lo que Benzemá proclama que hará pero que, desafortunamente, esta temporada sólo ha demostrado a ráfagas.
En el 21 marca gol de cabeza en fuera de juego. La jugada invalidada tuvo su miga: el Bernabéu ovacionó y aplaudió al unísono al canterano. Cree en él y claro... él se lo creyó. En el olvido quedaba el toccata e fuga de Benzemá; comenzaba el recital de los moratas. Porque mientras Morata recuperaba balones en el área grande del enemigo, Carvajal reabría heridas en el costado derecho e Isco distribuía verticalmente el juego. El autobús que aparcó Schuster con diez jugadores encerrados en el área de Caballero no daba a basto y por fin, tras 45 intensos minutos y un descanso merecido, los cristianos aprovechaban la distracción para marcar el primer gol. Di María el artífice, Ronaldo el eterno buscador, ¡incluso Kedhira marcó de cabeza! aunque le fue anulado. La combinación de toque y verticalidad funcionaba, el cóctel de canteranos y estrellas también. Faltaban dos, una de cada bando: Bale y Jessé. Ambos salieron y pasearon con la cabeza bien alta el testigo; el galés exhibió portento físico en la jugada que posibilitó el penalty -inexistente- que transformaría Cristiano; el canario dejó varios detalles pero sin duda el más llamativo el disparo a la media vuelta -¡qué extraño tufo a Vieri!- que, de nuevo, truncó Caballero.

Ancelotti dijo en días previos que peor no se puede hacer, algo así como "ahora que tocamos fondo, sólo podemos subir". Y mientras confecciona una identidad se ha topado con los dos patrones que han de guiar su pluma: moratas y cristianos. La lucha y el arrojo del nacional y la profesionalidad y diligencia del extranjero, el equilibrio perfecto entre foráneos y locales en el equipo titular; la armonía entre la circulación del balón y el acelerón para llevarlo a meta.

Jesús Clemente Rubio