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Hagamos más el indio

Hay frases maternas (por cierto, felicidades atrasadas a todas las madres) que se clavan, como aquella de "deja de hacer el indio". Costumbre de estos era desenterrar un hacha como símbolo del inicio de una guerra, y la actualidad nos deja que algunos se lo toman demasiado a la ligera. En Cuenca un hombre no muy cabal tuvo que ser reducido de un disparo por liarse a hachazos con el mobiliario urbano e incluso con un coche patrulla y, empero, sin hacha mediante hay muchos otros frentes abiertos en España... y en el mundo.


En un extremo, el filo, la guerra; por el otro la pipa, la paz.

Por un lado, el conflicto Sanidad Vs. Wert, en el que ninguno de los dos está diciendo toda la verdad pero, sin duda, los primeros están haciendo más y mejor por salvaguardar sus intereses: informar puntualmente y con cercanía al ciudadano (aunque no puedan evitar algún ramalazo de desinformación). El segundo, mirando hacia otro lado. A ver si se enteran los que mandan que cuando miran a otro lado no encuentran al ciudadano... es lo que tiene que unos estén tan arriba, y otros estemos tan abajo.

También está la cuestión del aborto... se ve que con 25 de cada 100 españoles en el paro lo que interesa es regular la llegada de nuevas bocas que alimentar, nuevos puestos de trabajo que ocupar. ¡Y qué me dicen de la vivienda! Los afectados por la hipoteca se niegan a abandonar sus hogares -razón no les falta a la mayoría, no a todos- salvo para perturbar la calma de otros -es aquí donde la pierden-... si no es una guerra el arrebatar o afectar al derecho constitucional menos respetado, el de una vivienda digna, que venga Dios y lo vea... o será el próximo objetivo de los escraches. 

Claro que el Señor tiene motivos para no descender de los cielos o enviar a su hijo en el Segundo Advenimiento: debe de avergonzarle profundamente haber creado monstruosidades como Ariel Castro, esclavista del siglo XXI y que, sea políticamente correcto o no -yo nunca lo apoyaré-, recibirá un justo castigo al que se llega por la milla verde, tratándose de Estados Unidos.

Así pues, madres de todo el mundo, la próxima vez que vuestro hijo tire un plato mientras juega o destroce vuestro cuadro favorito, no le confundáis llamándole indio... al menos en sus hachas -tomahawk- un extremo presentaba forma de pipa para fumar la paz. La esperanza es que España es el país del péndulo, siempre de extremo a extremo; la agonía, que nos hemos quedado estancados en el lado de una guerra infumable.


Jesús Clemente Rubio